ALGUIEN MÁS ESCRIBE AQUÍ. ¡Porque los seguimos recordando…porque los seguimos esperando!
Familiares de víctimas del conflicto armado en recordatorio por el día de los difuntos / Foto: Jorge Weston

ALGUIEN MÁS ESCRIBE AQUÍ. ¡Porque los seguimos recordando…porque los seguimos esperando!

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Familiares de víctimas del conflicto armado en recordatorio por el día de los difuntos / Foto: Jorge Weston
Familiares de víctimas del conflicto armado en recordatorio por el día de los difuntos / Foto: Jorge Weston

 

Por: Jorge Weston / @JorgeMWeston

Lo encontré. Estaba con un jean azul,  unos zapatos negros, esos lentes desencajados que parecieran abrumar su mirada y la misma camisa a cuadros que vestía el día que lo conocí. No había duda, era él, me di cuenta desde el momento que su sonrisa pintoresca se distinguió entre mis ojos (yo me iba acercando despacio); en cuclillas conversaba con Percy Rojas (miembro de EPAF) mientras buscaba el nombre de sus familiares entre las miles de piedras que rodean el memoria El Ojo que Llora.

Fue en este lugar donde, tras una iniciativa de EPAF y APRODEH, se reunieron -por el Día de los Difuntos- parientes y amigos de las víctimas del conflicto armado interno.

A las 11 mañana fue la cita en dicho memorial, el cual, en palabras de Francisco Soberón, se ha convertido en el “santuario de la violencia política”, en el símbolo de tantos peruanos que aún mantienen la esperanza de encontrar a sus (a nuestros) desaparecidos,  de que llegue la justicia tras más de 30 años, de que el Perú sea más sensible, más empático, más unido, más país.

De tantos peruanos que cada año se reúnen y alzan la voz contra la impunidad. Esa que tiene corona y blindaje. Y es más fácil de optar, de sobrellevar para nuestros queridos administradores de gobierno.

Porque ELLOS, no tiene una tumba donde visitarlos, donde llorarlos, donde recordarlos. Porque ELLOS están cansados y envejecen. Porque VARIOS ya murieron y nunca lograron encontrarlos. Porque OTROS pasarán lo mismo y, de la misma manera, se irán con un vacío en el alma.

Llegué hasta a él y le extendí la mano con firmeza, como viejos amigos, a pesar de que solo lo había visto un par de días hace dos meses. Viajamos juntos  en esa ocasión hacia el pueblo de Morcolla, en Ayacucho,  para recordar el Día de la Memoria.

Conversamos un par de minutos,  antes que empiece la ceremonia. Nos hicimos las preguntas de rutina, nos callamos por un par de segundos y continuamos. Un respiro. Miradas a la nada. Nos volvimos a callar, entonces nos fuimos a presenciar los cánticos y testimonios de los presentes.

Me quedé  nuevamente con la incertidumbre de conocer un poco más de él.  De ser un poco más su conocido,  tratar de ser su amigo. No soy muy amigable. Hace un par de semanas quise entrevistarlo, explorar un poco su historia para tratar de contarla, plasmarla y guardarla en mí como un pasaje, como una canción que te vuelve un turista en un mundo paralelo, como una instancia eterna, como una experiencia, una buena experiencia. Lamentablemente, no se dio la oportunidad.

Más gente  llegaba al Ojo que Llora, y Francisco Soberón recordó a Javier Diez Canseco por su lucha constante a favor de los Derechos Humanos [todos aplaudieron] Se sentía un vibrar único en las palmas. Luego, silencio. Francisco prosiguió. «Al venir esta mañana me siento reconfortado al ver nuevas generaciones…» Entonces, Lino Puchuri,  tomó la palabra. Su comentario fue breve y conciso: exigió justicia.

Para finalizar la reunión, Gisela Ortiz recalcó que siempre, años tras años,  los familiares se juntarán para recordar a las víctimas, a sus seres queridos [El sol había salido y, creo yo, en ese instante nos abrazó a todos los que estábamos frente a El Ojo Que Llora con vehemencia]

Así culminó el recordatorio. Entre palabras, fuerza y un calor que no se sentía así desde verano. Con los familiares junto al retrato de sus víctimas rodeado de flores, música y esperanza. Entre personas que siempre van año tras año y que seguirán yendo hasta que la vida no se los permita.

Me despedí de él como quien sabe que lo volverá a ver pronto: “Chau, Don Lino”. Estaba comiendo. Me sonrió y me respondió de la misma manera.

Don Lino Puchuri, señor de 57 años de camisa a cuadros, jeans azul y lentes desencajados perdió a su padre Marcelino Puchuri en los 80 a manos de Sendero Luminoso ¿No lo conoces? Bueno, él es uno de los tantos que alza la voz y dice: ¡Porque los seguimos recordando…porque los seguimos esperando!

¿Y tú? ¿Ya lo hiciste?

 

 

 

 

 

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