
Por: Jaime Canicoba / @Canicoba307
La primera en tener la gentileza de compartirme su historia es la señora Rosario Gamboa Linares, cuya vida previa transcurre en una casa grande junto a su esposo y los animalitos bajo su cuidado. El cambio llega un tiempo después de la partida de su amado, cuando mientras estaba en el baño dos señores roban la casa. A raíz de eso, pasa dos meses en cama sin poder reaccionar.
Es gracias a dos personas del Convento de los Descalzos que conoce el “Sagrada Familia”, donde encuentra un techo que desde hace ya casi 10 años le devuelve la alegría junto a las personas que viven en el lugar, cuyos caracteres distintos maneja con la educación que le es propia, compartiendo y viviendo con sus compañeros residentes que ya considera como una familia. Cuando hay una reunión todos están en compañía, y doña Rosario agradece a Dios porque la Beneficencia le haya abierto las puertas.
“Tenemos médicos y ‘madre de la Tierra’, que es María Pantoja”, es como doña Rosario refiere con cariño a María Pantoja Pérez, socióloga y actual Directora de los Centros Residenciales Gerontológicos a cargo de la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana. “En lo bueno y lo malo estamos con ella, acá hay comunicación con las personas, aunque la señorita enfermera a veces nos haga ‘¡shhh!’”. Las risas fueron inevitables tanto para mí como para los residentes reunidos en la salita, incluyendo a la aludida enfermera técnica, Laura Rodríguez.

El siguiente en brindarme su testimonio es el señor Ricardo Pacherres, quien llega al Hogar gracias a unos amigos en el momento en que necesitaba una vivienda. Desde su ingreso ha encontrado buenas personas, incluyendo a la directora y profesionales que trabajan ahí. Ricardo está feliz de la vida y sin quejas, habiendo encontrado un lugar donde lo tratan bien cuando lo necesitaba, conviviendo con sus amigos y amigas.
A continuación recibo el testimonio de la señora Marta Flores, piurana de 75 años que también por cuestiones de vivienda requería el ingreso al Hogar, lo cual logra con buena suerte tras esperar un par de años, siendo la edad mínima de ingreso al albergue a los 70.

El turno viene entonces para el señor Chihuán Fernández, quien lleva en el “Sagrada Familia” ya 10 años, siendo así otro de los residentes con mayor tiempo en este lugar donde ha encontrado paz y tranquilidad, que se siente en el ambiente como si una barrera protegiera esta gran casa de las ruidosas calles del Rímac que le rodean.

El próximo residente en conversar conmigo es el señor José Robles Almar, de 80 años, quien desde hace 5 años y medio vive en el Hogar, contento y con un agradecimiento al cuerpo administrativo – especialmente a la señorita Pantoja – que manifiesta mostrando un respeto tanto hacia ellos como a los demás residentes, tolerándoles una que otra inconducta que se presenta con una paciencia muy necesaria y bienvenida en los tiempos forzosamente acelerados que vivimos hoy.

“En mis tiempos libres escribo poemas… ya tengo preparados dos más ahí y los estoy pasando ya en blanco. Cuando no me ocupo en eso hago algún cachuelito afuera, para ganarme algo. Y así es todo”, expresa don José con un entusiasmo contagioso.

Momentos después llega para concederme el honor de brindarme su testimonio el señor Carlos Arce, quien viene a ser el segundo residente más antiguo en el “Sagrada Familia”: Con una impresionante demostración de memoria, me cuenta que el 4 de junio en la noche cumplirá 14 años en este Hogar. “Muchos han fallecido ya, unos 14”, me comparte, “ahí queda la señora Carolina (Medina), viuda de Don Carlos. La directora me lo puede corroborar, el 70%, 7 de cada 10 residentes, toditos son nuevos, que tienen de dos años para adelante”.

