Este fin de semana, el memorial «El Ojo que Llora» volvió a ser testigo del homenaje a la lucha, a la memoria, al permanente enfrentamiento contra la impunidad. 24 años después, La Cantuta no se olvida.

Por Francisco Pérez García
@franco_alsur
La voz del canto de Margot Palomino resonaba en los alrededores del memorial. Opacaba el sonido de la feria instalada al lado, producto del mercantilismo municipal. El viento invernal resoplaba con un poco más de fuerza, mientras las aves del Campo de Marte parecieron acercarse, cautivadas por la esperanza y el recuerdo que se sentía en todos y cada uno de quienes estuvimos en el lugar.
24 años después, la esperanza permanece. La impunidad no ha logrado disminuir la fuerza de quienes hoy, con más canas que ayer, siguen esperando encontrar a esas cinco personas que faltan. Incluso, quienes ya tienen a sus seres queridos enterrados, permanecen al lado de aquellos que aún no logran encontrarlos luego que un destacamento del grupo Colina, comandado por Santiago Martin Rivas, arrebatara de su lugar de descanso a los 9 estudiantes y un profesor de la universidad Enrique Guzmán y Valle – La Cantuta.
Esta tarde, fueron otras voces las que se escucharon. Los familiares de las 10 víctimas hablaron a través de otros interlocutores, que condujeron la ceremonia de reinstalación de las piedras con los nombres de quienes ya no están. Fuimos otros los que hablamos y dijimos lo que el caso La Cantuta significa para nosotros y el compromiso que aún tenemos con ellos.

Fueron la música de «Las Tamboreras», el canto de Margot Palomino, el arpa, la guitarra, el charango, las flores, las piedras con los nombres, bañadas por las lágrimas todavía de dolor, pero con mucho de esperanza, fue todo esto lo que cobró protagonismo, para decirle a los familiares de Bertila Lozano Torres, Dora Oyague Fierro, Luis Enrique Ortiz Perea, Armando Richard Amaro Cóndor, Robert Édgar Teodoro Espinoza, Heráclides Pablo Meza, Felipe Flores Chipana, Marcelino Rosales Cárdenas, Juan Gabriel Mariños Figueroa y del profesor Hugo Muñoz Sánchez, que la lucha no ha terminado, que el recuerdo sigue presente y que el llamado nuevo fujimorismo, instaurado con las mismas caras de siempre, no podrá borrar ni matar lo que ya se ha logrado: una sanción para el dictador Fujimori y los miembros del grupo Colina, y que aún quedan 15 mil personas más por las cuales luchar y por las cuales seguir peleando.
La Cantuta permanece en nuestra memoria y eso no podrán enterrarlo, no podrán matarlo. Porque ver a los sobrinos de Ernesto y de Dora, hablando por los tíos que no conocieron, nos garantiza que esto, no termina aquí y no terminó con Fujimori en la DIROES, sino que sigue más allá. Como dijo Gisela Ortiz al término de la ceremonia: «Hemos gritado tanto sus nombres en las calles, que ya no son nuestros, son de todos y nos recuerdan que no podrán matar nuestra memoria».
Por los cantuteños y por las 15 mil cantutas que aún faltan encontrar en nuestro país, es que seguimos aquí. Y seguiremos, hasta que el cuerpo aguante. Impunidad nunca más.