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Foto: Miguel Gutiérrez / Fotografía y Memoria
Foto: Miguel Gutiérrez / Fotografía y Memoria

Por: Francisco Pérez García / @franco_alsur

Imagínate que tienes a tu familiar fallecido (hermano, hermana, hijo o hija) enterrado en un cementerio de esos nuevos tipo Campo Fe, donde sepultan no en nichos, sino bajo tierra.

Imagina que de pronto, un día, llegas al lugar y descubres que está enterrado, que no te avisaron y construirían un proyecto inmobiliario y están «asentando» el terreno con mucha tierra y arena.

¿Ya te lo imaginaste?, ¿Cómo te sentirías?, ¿Con bronca verdad?, ¿Con mucha rabia?

Ahora, imagínate que sabes que tu familiar desapareció, que está muerto, que lo asesinaron y lo enterraron quién sabe donde. Que al fin encuentran el lugar, que encuentran algunos restos, que son los de sus amigos, pero no están todos… y que luego de tiempo llegas a la fosa y la encuentras cubierta, no te avisaron y construirían un proyecto inmobiliario y están «asentando» el terreno con mucha tierra y arena.

¿Ya te lo imaginaste?, ¿Cómo te sentirías?, ¿Con bronca verdad?, ¿Con mucha rabia?

Pues así están los familiares de las víctimas del caso La Cantuta. La dejadez, parsimonia y el simple desinterés del fiscal Juan De la Cruz Aguilar, titular de la 4ta Fiscalía Penal Supraprovincial de Lima que en 2013 fue nombrado por el exfiscal de la Nación José Peláez como el encargado de promover las acciones de búsqueda de los restos que faltaban del grupo de 9 estudiantes y un profesor de la Universidad La Cantuta, secuestrados en 1992 por el Grupo Colina. La falta de acción del fiscal los ha dejado con esta frustración.

Esta semana que se conmemoran 22 años de esta lamentable situación, los familiares fueron hasta Cieneguilla, lugar donde las fosas deberían estar custodiadas y lo suficientemente cuidadas para los trabajos de búsqueda y exhumación pero en vez de eso encontraron arena sobre arena, tierra sobre tierra, los restos probablemente removidos por maquinaria y la esperanza de encontrarlos se va como la misma tierra que los rodea, llevada por el viento que asoma por la zona.

Foto: Miguel Gutiérrez / Fotografía y Memoria
Foto: Miguel Gutiérrez / Fotografía y Memoria

Conversé con Gisela Ortiz, como ya se ha hecho casi una costumbre cada año que se recuerda este crimen de la pandilla de Fujimori, por el cual el exdictador cumple una condena de 25 años, con más gollerías que sanciones, pero ahí está, preso finalmente.

Los sentimientos de Gisela, hermana de Enrique ya son casi indefinibles, es una rabia mezclada con desazón, es cólera combinada con desesperanza, una desesperanza que no se puede dar el lujo de aumentar, porque la lucha continúa, porque la impunidad que un fiscal promueve, no puede tumbar la fuerza por buscar justicia, una justicia que a pesar de lo avanzado, con el autor de la orden para desaparecer a su hermano y a las otras 9 personas, aún les es ajena, distante, a punto de ser enterrada con más arena.

«(Estoy) Preocupada con todo lo que pasa en el caso La Cantuta, con rabia que no se haga nada», señala Gisela. «(el caso) no está bien, Paco» me dice con la confianza que nos dan los años que nos conocemos, que nos hemos visto en cabinas de radio, en marchas, en protestas, en ceremonias, en la Diroes hasta el último día del juicio, después del juicio, conversando, pensando en que todo cambiaría… en las calles viendo que nada cambió y que la impunidad sigue ahí en pie, como si no hubiera pasado nada y de pronto pienso que han pasado muchos años, que la conozco hace tiempo y que da coraje ver que la (in)justicia se ríe en su cara y en la de su familia compuesta por los otros familiares de esta desgracia.

Le pregunto si vieron al fiscal después de ver las fosas enterradas «El fiscal es terco, bien malcriado. Nada es su culpa, es culpa de otros, de la falta de información dice, del EPAF, hasta a los familiares nos culpa»

Me cuenta Gisela que el fiscal De la Cruz, el mismo que resolvió rápido el caso de Nancy Obregón para su arresto por vínculos con el narcotráfico y que chambeó rapidito para ver la denuncia de Fujimori contra Pérez Guadalupe por supuestas torturas, ese mismo fiscal se encargó de contarle que tenía «mucho» trabajo, que los procesos no lo dejan ver mucho el tema Cantuta, que no se da abasto.

Y pese a que está nombrado en el caso desde julio de 2013, le señaló a Gisela y los demás familiares que aún no maneja el tema, que se está empapando, se está «documentando». Un año para documentarse de un proceso más que detallado. Un año para no declarar intangible la zona de las fosas de Cieneguilla porque «aún se está documentando». Es decir, la dejadez total o la ineficacia más desagradable.

Es por eso que hay un proyecto ahí encima, es por eso que los restos de su gente están ahora sí perdidos, es por eso que la fiscalía se sentó encima de la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que demandaba acciones de la justicia peruana para agotar todas las instancias de búsqueda de los restos, es por eso que urge un Plan Nacional para casos de desaparición, es por eso que seguimos peleando, que seguimos luchando por la memoria colectiva… es por eso que Gisela, Raida, Carmen y otros más no quieren que el recuerdo de sus familias quede enterrado… ni por la arena, ni por la impunidad.

 

Raida Cóndor. Madre y eterna luchadora.  Foto: Miguel Gutiérrez / Fotografía y Memoria
Raida Cóndor. Madre y eterna luchadora.
Foto: Miguel Gutiérrez / Fotografía y Memoria

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Por Spacio Libre

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