Esta semana se inauguró el proyecto Lima Imaginada, que busca intercambiar las perspectivas de diez jóvenes escritores latinoamericanos que plasmarán mediante cuento, relato, crónica o novela corta, un libro conjunto nunca antes visto en Perú.

Por Marquiño Neyra
Andrés Ospina (Colombia), Enzo Maqueira (Argentina), Dazra Novak (Cuba) y Solange Rodriguez Pappe (Ecuador) confabularon para halagar al primer lugar visitado en su itinerario, el histórico Centro de Lima, en la primera mesa redonda organizada en la Casa de la Literatura Peruana.
Obstaculizados por el partido de Perú contra Brasil, el fantasmagórico auditorio se mostró en primera instancia marchito. Pero, sentados en la misma mesa rectangular, consecutivos e intercalados por género, Dazra Novak inicia la charla con ese dejo cubano que despierta y armoniza el auditorio: delgada, con un terno oscuro y un rostro seguro y calculador, con palabras precisas y gestos fuertes, compara el bullicio de La Habana con nuestra Lima, mostrándose familiarizada y reencontrada con su urbe. La cantidad de autos nuevos le sorprende, comenta que en su ciudad natal solo hay autos antiguos transitando.

Enzo Maqueira, despeinado (o desarreglado adrede), enjuto, con una barba oscura que no incomoda, sonriente y pícaro con un tufillo burlón –como todo argentino-, viste como uno esperaba ver a un escritor joven, tal vez hasta hipster, con una especie de saco y bluyín. Recuerda a Perú de una visita de hace 10 años con una exnovia de relación tormentosa. Expresivo, comenta una filosofía interesante muy cortazariano. Se encuentra en busca de su eje, del centro del deseo, el nirvana. Para luego responderse: “El centro es uno mismo, estamos en la era del selfi”.
Solange Rodriguez, que se adjunta a la corriente formal y seriedad que impuso Dazra, se mimetiza con un tono que pasa desapercibido: su dejo ecuatoriano se confunde con los nuestros. Comienza sincera, agradeciendo la presencia de las pocas personas presentes que prefieren la literatura que al fútbol. Romántica, resalta su noviazgo con un limeño que huyó de Lima. Recatada, con su bufanda roja, con la misión de visitar esos lugares que ha visitado su novio. Está cansada del pisco sour, le invitan todo el tiempo. “Después de estar acá seguramente también nos van a invitar pisco”, comenta con cierta ironía.

Andrés Ospina luce inquieto –su dejo colombiano acuerda con su tono ansioso-y mueve los pies con demencia. Se nota su reciente afeitada y sus patillas alargadas solo comparadas con la nariz de Enzo. Resalta una visita de hace 8 años, donde probó en Arequipa, Puno y Cusco la cerveza Pilsen. Habla algo rápido, contrastando con esa formalidad que le brinda su terno. Nos recuerda la mala fama que tenemos, y de lo sorprendente que es estar acá, en vez de solo escuchar a 3 o 4 referentes. “La gente en Lima se respeta mucho más que en Colombia”, revela el colombiano.
La moderadora propone que los escritores comenten las diferencias que hay entre la Lima de los libros y la que ellos pueden ver.
Enzo señala que la Avenida Tacna sigue siendo la misma, empolvada como en los libros de Mario Vagas Llosa, que es como si caminase por esas novelas. Andrés comenta con fervor y, tal vez, con cierto celo cómo mantenemos nuestros bares y catedrales. “En Bogotá no existe un bar que tenga más de 30 años”, se defiende ante la existencia de El Cordano y el Bar Queirolo. Solange resalta la pérdida de memoria del ecuatoriano, y se indigna al comentar que cómo es posible que en las mismas bibliotecas no haya material antiguo. Se pierde la identidad.
Andrés, por momentos retador, comenta –mientras que Dazra lo mira con sigilo- lo poco cuidado que está Colombia. Él, que siente una afición por lo antiguo, comenta que “Bogotá se autopisotea”, por lo que trata culturizar, conduciendo un programa llamado “Callejeando”, que es sobre recordar la arquitectura o lugares que en algún momento hubo en las calles.
Enzo comenta que los lugares clásicos de Palermo que se ve en algunos pasajes de Borges o Cortázar se han perdido. Los escritores de hoy en día hablan de prostitución, criminalidad, ya no de nuestra memoria. Y se asombra al ver en cada cuadra de Lima por lo menos 4 restaurantes. “Yo que soy fanático de la comida, me encanta. A los limeños les encanta comer”.
Dazra expone sobre la cordialidad del limeño. Se sorprende por la forma en la que damos las gracias, aunque el servicio haya sido para ella, y sea ella la que tuviese que agradecer. Andrés, intrépido, asiente.
“Cuando fui a comprar tomates a España, consulté: ¿Tendría por casualidad tomates? -Cómo va ser por casualidad si nosotros los compramos para venderlos”, respondió a regañadientes el vendedor. El colombiano concuerda con Dazra: “Será efecto de la quena o de la quinua. Son muy amables”. Enzo no desafina: “Ya hasta parece el primer mundo”.
Entre sonrisas y lisonjas hacia el Centro, termina la charla. Para ser primer día, los escritores duermen en Lima con un gesto campante. Creen que la seguridad transitoria de nuestra hermosa Lima es, al parecer, legitima. El argentino, Enzo, no tan feliz con la victoria de Brasil. Dazra y Solange insatisfechas al verse apocadas con las intervenciones arbitrarias de los hombres, pero Solange conforme con su caminata a solas a las 11 de la noche resguardada por policías en las esquinas de la Plaza San Martín. Andrés aun moviendo los pies en la cama.