La República, El Panfleto, Julio Arbizu, ¿Quién sigue?
Morachimo, pausado pero enfático/ Foto: Tempus

La República, El Panfleto, Julio Arbizu, ¿Quién sigue?

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La semana pasada tres casos nos hicieron recordar las épocas más duras del fujimorismo, en el que sin ningún remordimiento se acallaba cualquier voz que no seguía el coro polifónico que dirigía Fujimori y su escudero Montesinos.

Morachimo, pausado pero enfático/ Foto: Tempus
Morachimo, pausado pero enfático/ Foto: Tempus

Por Tony Tafur
@TonyTafur

Facebook (red social que a julio de este año había superado los 1.650 millones de usuarios en todo el mundo) silenció los fanpages del diario La República y del portal web El Panfleto, aduciendo que un importante número de usuarios había denunciado a estos medios por propagar información equivocada. Días después, no fue un medio de comunicación, sino una persona, la víctima de este silenciamiento virtual, nos referimos al ex procurador Julio Arbizu, quien vio como su cuenta personal en esta red social fue dada de baja.

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Situaciones que bien podrían verse como aisladas, si no fuera porque el día anterior a la censura a La República, los periodistas Ángel Paez y Lupe Muñoz, publicaron un amplio reportaje sobre la situación legal de Rosa, Juana y Pedro Fujimori, tíos de Keiko Fujimori y porque es Julio Arbizu uno de los más férreos detractores del fujimorismo.

Lea el reportaje que ocasionó la censura del fanpage de La República: Lo que Keiko Fujimori oculta: Rosa, Juana y Pedro Fujimori sí son prófugos de la justicia

Estos indicios han hecho que propios y extraños sindiquen como los responsables de estas censuras a los fujimoristas, que indignados por quienes dicen las verdades de su líder arremetieron contra éstos con las mismas prácticas que su máxima figura (hoy preso) les enseñó.

Ante tal realidad nos preguntamos ¿Quién será el siguiente? y en búsqueda de la respuesta fuimos hasta la casa de Miguel Morachimo, abogado de la PUCP, experto en temas de nuevas tecnologías y acceso a internet, presidente de la ONG Hiperderecho, quien nos abrió sus puertas para analizar, lejos de todo apasionamiento político, la real dimensión de este asunto, sus consecuencias para la ciudadanía justo en épocas preelectorales y para el ejercicio de la democracia.

Morachimo empieza esta conversación haciendo profesión de fe, bajo su credo los medios son un exponente potencial para los usos políticos y hoy en día su uso es sencillamente indispensable para llegar hasta a las zonas más recónditas de los países, «sino que lo diga Obama, que usó las redes sociales y se volvió presidente», señaló.

Líneas después se refiere a  la abrupta intervención de las redes para cerrar cuentas, y entonces Morachimo responde a la gran interrogante de cómo puede suceder esto en un país que se llama asi mismo democrático y afirma que un Estado (como el peruano), puede ser moderno, pero, no democrático en cuanto al acceso de la información, ya que no hay limitaciones para el uso de estos conductos (redes sociales), y las regulaciones no están bien implementadas en un país donde casi todos tienen acceso a la internet.

Enfatiza que esta guerra sucia digital está al alcance de cualquiera porque está producidas por la tecnología y la gente que la usa, está en internet. Agrega que ante la evolución constante de la tecnología, se nos advierte un proceso analítico para poder manipularla, ya que, puede ser productiva como peligrosa. La creación de cuentas falsas es un aliciente para estos ataques virtuales.

No obstannte insiste en que tampoco se puede controlar las redes sociales pues cada uno tiene su política y la reciprocidad dependerá de un pacto bilateral entre  ambos espacios.“Nada es más dañino en el Perú, que a alguien se le ocurra hacer una ley de redes sociales”, declaró.

Vivimos una época llena de pasiones y necesidades. Con el uso de internet, alimentamos esos espacios fértiles que buscan la verdad, por ende, terminamos usándola como conducto para diversos arremetidas contra otras ideología.

“Si somos liberales, buscamos páginas ultra liberales para retroalimentarnos y, a la vez, radicalizarnos… creando choque de mundos (de distintas ideologías). Eso no es bueno», remarcó.

 

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