INFORME. Discriminación: Violencia entre peruanos que demanda atención inmediata
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INFORME. Discriminación: Violencia entre peruanos que demanda atención inmediata

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Por: Jaime Canicoba / @Canicoba307

En esta parte de nuestro informe especial sobre la discriminación en el país, Spacio Libre analiza qué esfuerzos deberían hacerse para combatir este mal social, demostramos aquí por qué sí califica como un problema urgente de violencia.

Foto: Jaime Canicoba / Spacio Libre
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Martín Hidalgo señala que todo lo que sea discriminación requiere un enfoque fuerte en favor de la integración, el cual podría incrementarse gracias a los dos incidentes que han inaugurado este año, incluso idealmente con el apoyo de las entidades que cometieron ambas faltas más allá de una disculpa.

Esto se dio por ejemplo en el programa de Juliana Oxenford, donde el buen uso del poder de la televisión logró que se tomaran las medidas del caso de Ancón y por defecto las playas en general, tema que se da hace mucho pero es poco tocado al tratarse de lugares de interés de personas con influencias económicas, sociales y políticas. Empero, no habría que esperar a que estos asuntos clasistas salgan en la televisión para recién actuar. Hidalgo opina que va mucho más allá de lo periodístico.

Foto: Jaime Canicoba / Spacio Libre
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Juan Álvarez revela una verdad: “tenemos tan enraizado el racismo que preferimos señalar a quién lo hace evidente en lugar de reflexionar en cuanto también lo somos nosotros mismos”. Sin avalar los actos de discriminación, señala que casi ningún indignado podría afirmar que ha llevado una vida intachable en ese sentido, siendo el “empezar a custionarse cuan abierto de mente es para evitar esas actitudes mucho mejor que mandar una carta o protestar en Facebook”. Uno debería entonces empezar no siendo discriminador, en vez de decir quién lo es o no, y para ello no se necesita hacer bulla. Quien quiere hacerlo notar probablemente lo es.

Además, indica que una razón del problema es el nivel de fragmentación en el que vivimos: “aparentemente la vida está hecha para sobrellevarla lo más rápido posible, y ese trajín nos lleva a este tipo de existencia”. Recuperar el respeto por el otro, levantarse un día y mirar con respeto a quien barre la calle, al panadero, a los vecinos. Revertir el aislamiento y provocar una atmósfera de acercamiento, atención y respeto a todos.

Foto: Jaime Canicoba / Spacio Libre
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Por su parte, Ricardo León recuerda campañas como la del colectivo “Por Una Transformación Auténtica de la Sociedad (P.U.T.A.S.)” -ver foto de encabezado-, o “Empleada Audaz” en Asia. “No hay nada que le moleste más a una persona con complejos que ser delatada públicamente, que le hagan roche, y ver a una persona de ese tipo, un racista, un discriminador, un machista, etc. Un roche público es una cosa efectiva, porque empieza a generar una especie de consciencia de quién es quién”.

También cree que la discriminación debería estar penada legalmente, aparte de en lo moral, siendo el problema no sólo de los que lo ejercen sino de quienes no hacen nada al respecto, como ver que a una persona la ofendan en plena calle y no defenderla, lo cual considera una cobardía tan deplorable como si uno mismo hiciera el daño.

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La discriminación, opina Laura Arroyo, es un hecho de violencia relacionado incluso a algo como los feminicidios, siendo las mujeres víctimas muchas veces sólo por ser mujeres. “Hay que enfatizar el todo. Está bien saber tipificar de qué caso de violencia estamos hablando, pero estamos en pleno siglo 21 y es el colmo que haya racismo de este tipo con licencia, porque a la larga es una licencia cuando no se sanciona como se debiera”.

Indica la importancia de que los ciudadanos asumamos nuestra propia responsabilidad ante esta situación antes que solamente quedar en protestas virtuales y comentarios, dado que si esperamos al Estado o los medios de comunicación (claro, sin eximirlos), no habremos realmente avanzado.

Foto: Jaime Canicoba / Spacio Libre
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Acorde al punto de vista de Gisela Ortiz, hay una obligación del Estado y todos de evitar el negacionismo de la violencia alrededor, violencia que a veces llega a niveles como la agresión a las personas o el atentado contra la propiedad privada. Las personas, señala, necesitamos una actitud mucho más reflexiva de cómo hacemos que un hecho doloroso, por más pequeño que parezca, se remedie, repasando los errores y comprometiéndonos a superarlos con el apoyo de la familia y los centros educativos para tener una mirada más crítica, dado que cosas como la discriminación, o un paralelo de violencia representado por el MOVADEF, nacen en base a la ignorancia.

“Nadie en su sano juicio va a defender la violencia, sino estaríamos enfermos. Tomemos en cuenta que somos una sociedad ‘post – violencia política’, con muchos traumas y miedos que necesitan atención, no que la violencia se haga cotidiana al punto de exponernos a peligros como asaltos o asesinatos”. La gente necesita recuperar la confianza en los otros, siendo los temas que nadie quiere tocar abiertos para todos, “donde tengamos la posibilidad de expresar lo que sentimos y queremos”.

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Para Rocío Silva – Santisteban, el problema radica en la alta tolerancia que nuestra sociedad tiene hacia la exclusión a niños, mujeres y distintos grupos de peruanos en general, así como a la corrupción y el autoritarismo. Refiere un paquete de valores que se viene dando desde los años 90, de una propuesta neoliberal centrada en el individuo haciendo su propio destino, cuando se debe entender la necesidad  del buen funcionamiento de las organizaciones, estructuras y colectivos.

Esto condena, por ejemplo, a gente que no tiene oportunidades económicas o educación, a un desprecio, aducido erróneamente por pereza cuando es función del Estado la distribución equitativa de la riqueza, problema que Perú arrastra desde muy atrás. Siendo un país con un mayor crecimiento anual y por ende mayor recaudación tributaria, Silva – Santisteban cuestiona la situación precaria de muchos colegios, tanto en infraestructura como en formación, Perú ocupando el penúltimo lugar en el examen PISA (Programa para la Valoración Internacional del Estudiante por sus siglas en inglés). Esto no debería suceder con todas las posibilidades con que contamos ahora.

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Paola Ugaz menciona el caso de Wilfredo Ardito, abogado activista contra la discriminación que consigue la promulgación de leyes que, entre otras cosas, sancionan el letrero del “derecho de admisión” en restaurantes, discotecas y otros lugares de nuestra vida cotidiana donde se escucha a veces la clásica “es fiesta privada”. Relata también su experiencia reciente como madre, de cómo gente en los centros médicos se sitúa en un “plan ‘Terminator’”, como si tuvieran un chip con el que en cuestión de minutos ya han puesto más de una etiqueta a otras personas.

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