ENTREVISTA. Restaurando el buen vivir en las víctimas del terrorismo
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ENTREVISTA. Restaurando el buen vivir en las víctimas del terrorismo

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Foto: ONG Manuela Ramos
Foto: ONG Manuela Ramos

Por: Jaime Canicoba / @Canicoba307

“Somos una violencia post – violencia política. Esa violencia genera muchos traumas, muchos miedos, y no estamos recibiendo la atención en salud mental que realmente se requiere. Aquí en Lima lo podemos ver, cuando esa violencia social se hace cotidiana, y cuando cada vez estamos más expuestos al peligro, a que nos asalten o a que nos maten. Pero en las comunidades afectadas tú lo ves en la violencia familiar, en la desconfianza de la gente en el miedo que tienen, no solamente para hablar, también para volver a confiar en otros. Y son secuelas que no han sido atendidas”.

Tal como nos lo dijo Gisela Ortiz, del Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF), mientras conversábamos sobre el problema de la discriminación. Ella es una entre millones de voces que, como los integrantes de este »Spacio», se manifiestan en favor de reparar la mente de las víctimas del conflicto armado interno, problema aún latente en el país inclusive cuando ya han pasado 9 años desde el informe emitido por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.

Sin embargo, este tema delicado se ha convertido en la razón de ser del “Proyecto Cotabambas – Apurímac – Perú: Respuesta Comunitaria desde las Mujeres por sus Derechos y Contra la Violencia”, de la ONG Manuela Ramos, el cual fue presentado en el seminario “Ni sus mentes ni sus cuerpos olvidan. Atendiendo la Salud Mental de las Mujeres”. El proyecto trata de cubrir la ausencia del Estado en las zonas altoandinas mermadas por la violencia política, como lo es en este caso la provincia de Cotabambas.

Para saber un poco más sobre lo que se hizo allá y cómo se vivió esta experiencia, Spacio Libre se citó en la misma sede del Movimiento Manuela Ramos con dos de los participantes de este importante y necesario acto de reconciliación entre dos realidades que coexisten simultáneamente en nuestro país. Ellos son Paola Urruchi y Manuel Seminario, psicólogos en el área de Salud Mental de esta ONG.

Foto: Jaime Canicoba / Spacio Libre
Foto: Jaime Canicoba / Spacio Libre

Paola nos cuenta que la iniciativa de atención en salud mental plasmada en el proyecto se desarrolla en Cotabambas por un plazo aproximado de 2 años y medio, y que esto nace como una respuesta a las necesidades de reparación en salud mental en las poblaciones post conflicto armado interno. Manuel, por su parte, detalla dos partes importantes en el proyecto: Un año previo de formación teórica y práctica de facilitadores en salud mental para tender las secuencias psicosociales del conflicto armado interno, y el envío de un equipo a la misma zona de intervención para desarrollar el proceso de salud mental comunitaria y recuperar a las poblaciones que han sido afectadas.

El punto de inicio para reparar el daño en las poblaciones, como dice Paola, es la reconstrucción del tejido social de las comunidades afectadas, tomando en cuenta la lógica sensibilidad  en las comunidades afectadas.

“Todo lo vinculado a las secuelas del conflicto son fenómenos súper, súper complejos que hay que abarcar desde diferentes ángulos. No ha sido una tarea nada fácil durante el corto tiempo de intervención que hemos tenido, pero sí hemos sido al menos cuidadosos, manejando enfoques de trabajo transversales en todas las prácticas que hemos desarrollado: género, interculturalidad y derechos. Entonces se puede pensar en una práctica mucho más responsable que nos dé los resultados esperados”.

“Lo que pasó durante el conflicto fue una destrucción total de los lazos que hubieron en las comunidades altoandinas, en este caso, la zona de Apurímac”, expresa Manuel. “Se golpeó mucho la identidad cultural de estas poblaciones y en ese sentido toda intervención está orientada a hacer una reconstrucción de los lazos y fortalecer el sentido de pertenencia, a fortalecer esa identidad cultural que fue casi aniquilada, fortalecerla y recuperarla a través de trabajos de memoria que se han hecho en forma colectiva, con participación de la mayoría de la población, y sobre todo con una participación activa de la población de mujeres”.

Foto: ONG Manuela Ramos
Foto: ONG Manuela Ramos

Ambos psicólogos resaltan, además, lo fundamental que es la sintonía en el contacto con los pobladores tras todo lo que han pasado. Paola enseña que tal contacto debe establecerse partiendo de los conocimientos que la otra parte tiene, de la forma que tiene de resolver sus conflictos. “Si nos abrimos a poder aprender de las formas que tienen de resolver sus conflictos y manejar sus procesos, se hace mucho más fácil el proceso de intervención. Hay que ir aprendiendo mutuamente, unos de otros”.

La opinión de Manuel respalda lo dicho: “Es ingresar a todo el mundo simbólico, a toda la cultura de la población, en este caso quechuahablante”. Relata que contar con una persona que dominaba este idioma en los equipos enviados ayudó a crear lazos legítimos entre ellos y las poblaciones, y de ahí hacer un trabajo orientado a potencializar las capacidades y recursos de las mismas.

“A veces las vemos muy estigmatizadas, como que muy alejadas de nuestro entorno. No es tanto así: hay que tener un criterio, hay que manejar enfoques para entrar con sinceridad, con franqueza, con transparencia a las comunidades. Se logran cosas muy importantes, muy valiosas”, explica.

Continuando lo anterior, Paola reafirma la importancia de entablar un vínculo legítimo. “una de las cosas que se han mermado más con este proceso de conflicto es la pérdida de la confianza en el otro, en el extraño. Entonces, si desde nuestras instituciones, si desde nuestros sectores de trabajo nosotros  empezamos a manejar un discurso de aceptación, de igualdad y sobre todo con la verdad, honestidad, se van reparando así, sin darnos cuenta, los vínculos que nos unen y nos vamos unificando cada vez más como nación”.

“Ese es el punto central. Todo el trabajo, toda la intervención se basa en el lazo que se entabla entre nosotros como agentes o facilitadores, y la población, porque en realidad es el lazo lo que está destruido”, resalta Manuel.

Para el, siendo esta “destrucción en el lazo como nación” una secuela directa, es importante la horizontalidad para brindar espacio a grupos que han sido excluido, silenciado y privado de voz por tantos años. Esto para permitir el despliegue de todas las capacidades de las poblaciones, y que estas tomen alta conciencia sobre tanto de los momentos que marcaron su historia como del presente. “Allí, a través de ese lazo, es donde van apareciendo, se va teniendo una experiencia reparadora a nivel emocional, a nivel interior, a nivel individual, a nivel comunitario”.

Foto: ONG Manuela Ramos
Foto: ONG Manuela Ramos

Los dos jóvenes esperan hacer esto por más comunidades afectadas en el futuro. Paola recuerda que esto fue lo que se propuso en el seminario como parte de este proyecto. “Ojalá esta experiencia pueda ser replicada en otros lugares porque es congruente con lo que creemos que debemos hacer en otros contextos. Ojalá se replique en muchos más sectores”. Manuel sostiene que otro objetivo de la vivencia es demostrar que “estos procesos son posibles, son cosas reales y verídicas que se pueden replicar en otros espacios”.

Ambos consideran ideal que tanto el Estado como la sociedad civil se involucren en todo este proceso de reparación y apunten así a la reconciliación, un objetivo de la ONG Manuela Ramos como institución.

“Creo que esto va a potencializar mucho lo que podemos dar como país, como conjunto. Si no nos reconocemos también como parte de una comunidad con secuelas de todo este conflicto, no vamos a poder unirnos, no vamos a poder accionar para el futuro, para el bienestar de todos. Y reconocer nuestra salud mental así, con lo bien o mal que puede estar, creo que es importante para poder dar una respuesta a futuro y seguir un plan de vida conjunto. O sea, nosotros individualmente o como comunidades en el Perú”, sostiene Paola.

Manuel agrega que “lo que se busca es gestar un proyecto colectivo que tenga que cristalizarse en un buen vivir a nivel nacional. No es que solamente estas comunidades sean las únicas que tengan que recibir una atención de este tipo: es en realidad la nación que requiere a gritos, a través de su malestar, a través de toda la violencia, lo único que nos está diciendo es que necesita sanar heridas que están ahí vivas”.

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