Por: Luis Pacheco Quispe
Mientras un par de camiones llegaban con agua y alimentos para los damnificados de Cantagallo, una caja vaciada de ropa fue tomada como trofeo por un grupo de niños. Carlitos era uno de ellos. Él también sufrió el trágico incendio del 4 de noviembre y aunque perdió todos sus juguetes en el desastre, aquella caja parecía llenar con su vacío todas sus expectativas.

Su inocencia lo protegía de las necesidades inmediatas de sus padres y vecinos. Ignoraba que en esos momentos se desarrollaba la conferencia de prensa programada por la dirigencia shipiba. En dicha mesa, Jonás Franco (dirigente – apu), el alcalde de Rímac y tres congresistas de la república, discutieron sobre las necesidades de la comunidad y la ausencia del burgomaestre limeño luego del siniestro. Asimismo, hicieron un llamado al ejecutivo para que atienda con rapidez sus reclamos.

Carlitos se escondía dentro la caja; entraba y salía mostrando una amplia sonrisa de complicidad hacia mi lente. Me despedí de él y me acerqué a los demás periodistas para escuchar las declaraciones del dirigente shipibo.
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