Muertos, muertos, siempre serán los muertos los que obliguen a sentarse y conversar. El más cercano (y terrible) antecedente es (y será, que duda cabe) Bagua. Tuvieron que irse fuera de este mundo 35 peruanos para que el gobierno de García y los dirigentes amazónicos intentaran conversar (aún sin mucho éxito). Hoy en Cajamarca no son 35, (en Espinar tampoco), pero también son cadáveres los que muestran la ruta para la conversa esquiva, el acuerdo lejano.
José Faustino Silva Sánchez (35), Eleuterio García Rojas (40), José Antonio Sánchez Huamán (29), Joselito Vásquez Jambo (26) y el jòven César Medina Aguilar (17), debieron dejar este mundo para decirle a Santos, (a Saavedra no) y a Humala (o por lo menos a quien le lleva la agenda), que había llegado el momento de parar un rato y tratar de entender que la terquedad y el radicalismo (de ambos lados) no conduce a ningún horizonte.
Una bala, un perdigón, un palazo, un chisguete lacrimógeno y una frase que quedará para el (mal) recuerdo «es que son perros concha tu madre», pronunciada por un policía que se supone representa el orden y la autoridad, son parte del armamento esbozado en esta absurda lucha entre peruanos, donde al final el único que pierde es el hijo o la hija del barrio, de la comunidad, que creyente de su objetivo, sale al frente para defender lo que cree correcto.
Del otro lado, el empresario, el gobernante, escudado en sus fuerzas del orden, dispuesto a dialogar pero con la propuesta venida de su propia mesa, con el documento firmado, con la intención de no escuchar ni la posibilidad de cambiar una coma. Ya hizo su peritaje y eso le basta, ya atendió la demanda ya hizo lo que debía hacer, lo demás no importa. Total, ya está en su sillón, al que llegó con ¿mucho? esfuerzo.
Y en eso, como si los muertos nos estuvieran dictando la tarea, acudimos a la ayuda divina (o al menos a quienes creemos representan en la tierra ese efecto). Dos sacerdotes, no tan alineados a la postura oficial de la Apostólica y Romana, intentan ser el puente para solucionar esto, para resolver el diálogo de sordos, para intentar cambiar la piedra por una madera donde el clavo pueda finalmente encajar.
Gastón Garatea, suspendido por el Cardenal de Lima Juan Luis Cipriani (amigo del poder y con más de un secreto bajo la sotana), profesor universitario, exintegrante de la Comisión de la Verdad, promotor incansable de los derechos humanos, piedra en el zapato de más de un intransigente portador de la cruz, llegó esta mañana a Cajamarca, con un gorro que recuerda al del abuelo que ya no está, con una cruz de madera colgando en el pecho, con ese rostro de tío bueno, a tratar de hacerle entender a Gregorio Santos, que ya se canse, que pare la mano, que ceda el primer paso.
Llegó junto con Miguel Cabrejos, presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, quizá el último bastión de la iglesia peruana, reacia a ser interceptada por un cada vez más poderoso Opus Dei, obispo de Piura, mediador de otros conflictos, conoce a Santos estuvo con él en la mesa anterior el año pasado, llegó hablando por celular, sereno con una cruz de metal en el pecho, dispuesto a apoyar el mensaje que Garatea traía.
Ambos traían el mismo verso, «No vamos a resolver el conflicto». El presidente regional de Cajamarca los recogió en el aeropuerto, por ahí seguro siente que está jugando de local. Estudiantes toman la sede universitaria, los curas desayunan con Santos, los gritos «Conga no Va» se hacen más fuertes. Dialogan en la sede de la iglesia presbiteriana, no la católica, sino la otra, la del rival, la antagónica y es un guiño más a esa muestra de tolerancia y respeto que parece hemos olvidado hace muchos muertos.
Las horas pasan, los periodistas esperan… ¿el resultado? Tendremos un acercamiento con los pueblos, Garatea y Cabrejos hablarán con las comunidades que serán afectadas por un proyecto minero que de todas maneras quiere entrar, que ya está construyendo reservorios, que no le importa «adecuar» su plan para ensuciar menos, pero igual seguir ensuciando con tal de sacar el cobre, el oro, o lo que haya debajo de la tierra y del agua.
¿Cesará el pleito? ¿Y qué dice Ollanta Humala? ¿Y qué dice el presidente del Consejo de Ministros Oscar Valdés? Este último nos sigue tratando de convencer con su carita de pena, que el problema no son ellos, el problema somos nosotros, los pobres brutos peruanos que no sabemos vivir con lo que él llama un modelo de gestión «técnico – político». Si ser técnico es meter bala y ser político es repartir palazos en pleno velorio de las víctimas, pues estamos bastante lejos de entendernos.
Conga Va. El paro Va. La intolerancia va. El cálculo político (sí, también el de Santos) Va. Y mientras aquí seguimos esperando, a lo mejor otro muerto, a lo mejor otro Conga en algún lado y más que seguro que los reservorios de (dinero) de Yanacocha, seguirán creciendo.