[Opinión] Y no poder hacer nada contra esas muertes
Las llamas consumieron el centro ferretero / Foto: La República

[Opinión] Y no poder hacer nada contra esas muertes

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El incendio de Las Malvinas no fue un incendio cual­quiera. Fue el escenario de una muy dolorosa imagen: es el brazo extendido de Luis, uno de los cuatro falle­cidos, agitando un tubo de plástico, a través de una pequeña rendija del contenedor donde trabajaba ence­rrado, para pedir auxilio. Clamaba auxilio. El emplea­dor, expropiador miserable de sus vidas, los encerró para cuidar sus mercancías.

Las llamas que consumieron el edificio revelaron una verdad terrible / Foto: La República

Por Moisés Rojas
@MoisesKRojas 

Publicado originalmente en Exitosa Diario
Foto de portada: La República

Ese brazo extendido, ese pedido de auxilio, ese plástico agi­tado con la última de las fuerzas, anda rondando nuestras mentes. Las naciones configuran sus imaginarios con imáge­nes. Aquí está la última: símbolo de la precariedad laboral, de la impunidad de un empleador que esclaviza y de una socie­dad y un Estado que solo pudieron ver como espectadores la muerte de estos jóvenes. Ese es nuestro dolor impotente, ha­bernos dado cuenta que esa precariedad laboral mató, y que no pudimos hacer nada contra esas muertes.

Tras este incendio y los sacrificios humanos de Luis Guzmán, Jovi Herrera, Isabel Pantoja y Jorge Huamán, recién sabemos que la “precariedad laboral” no son dos palabras que forman parte del desfasado vocabula­rio de la izquierda. Menoscaba derechos humanos. Por desgracia, la opinión pública necesitó de estas muertes para atender un verdadero problema y sentir empatía con una realidad que sufren millones de peruanos. Des­de el dramático pedido de auxilio sin rescate, muchos hemos mostrado indignación, solidaridad y profunda tristeza. Con el costo de estas vidas, las condiciones de trabajo se han vuelto un problema social.

Y la corrupción que también mata

La sociedad necesitaba verlo. La precariedad laboral mata. Destruye familias, daña cuerpos, nos hace infelices, anula nuestras libertades. El auxilio de Luis (un niño de 15 años), su fuerza para pedir por su vida y su lucha sobre­viviente por ser visible construyó un sentimiento de in­dignación. Luis dibujó la imagen de la precariedad con su propia vida. Le mostró al país que la precariedad laboral y la ausencia del Estado matan. Es más grave cuando ese Es­tado (Municipalidad de Lima) no fiscalizó por una coima.

Tres son las consecuencias necesarias: que paguen los responsables, que el Estado impida que se siga matando con la precariedad laboral y que cuando otras noticias ocupen las portadas no olvidemos a los cuatro de Las Mal­vinas (y a los millones que siguen invisibles). ¿Mantener viva la indignación? Así es.

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