¿Cómo estamos procesando los peruanos lo ocurrido el 5 de abril de 1992? ¿Qué versión de lo sucedido hace 20 años es la que recordamos? Hay una sola respuesta: la interpretación que más parecen recordar los peruanos, no es precisamente, aquella que proviene del mundo académico. Al menos así lo demuestra la última encuesta de Ipsos Apoyo. En ella se señala que, aún hoy, un 47% de los peruanos cree que el autogolpe de 1992 fue necesario y un 37 % declara que lo aprobaría nuevamente.
En ese escenario es bueno reflexionar sobre tres preguntas: ¿quiénes han escrito los libros más importantes sobre el fujimorismo?, ¿qué aspectos en común tienen esas obras?, ¿qué interpretación sobre el fujimorismo intenta volver nuevamente y qué la caracteriza?
Una primera cuestión, bastante interesante, sobre lo sucedido durante y después del 5 de abril, es que los estudios más importantes de este tema no han sido escritos por historiadores. Son otros especialistas los que han incursionado con mayor frecuencia en su estudio. De allí que, por mencionar solo dos ejemplos, tenemos que Ciudadano Fujimori, la mejor biografía del ex presidente y, El Expediente Fujimori, una de las más finas investigaciones sobre los años noventa, fueran escritas por dos profesionales que se desempeñaban en el mundo del periodismo, Luis Jochamowitz y Sally Bowen respectivamente. Por su puesto, hay excepciones a esta tendencia general. Alfonso Quiroz Norris es uno de los pocos historiadores que ha incursionado en el tema. En su libro Corrupt Circles. A History of Unbound Graft in Peru, donde abarca un periodo mucho más largo -desde el virreinato hasta el siglo XX-, ubica al fujimorismo entre los gobiernos más corruptos de nuestra historia.
Un segundo aspecto, también llamativo, es que entre los estudios más serios que existen actualmente sobre el fujimorismo, hay dos denominadores comunes: el rigor académico y el progresismo. El rigor de estas investigaciones, en gran medida, es lo que han permitido elaborar la visión más sólida del fenómeno fujimorista, tanto en el plano político (relación cívico-militar, uso de los medios de comunicación, erosión de las instituciones democráticas, etc.), como en otros aspectos de la vida nacional (manejo de la economía, uso de los programas sociales, relaciones internacionales, etc.). Con relación al progresismo, se alude con este término al hecho de que los autores de buena parte de estas investigaciones son intelectuales que se identifican, entre otros aspectos, con la defensa de la democracia y los derechos humanos. Además, se debe señalar que estos estudios han permitido nutrir con un discurso coherente a los sectores políticos, las instituciones (incluida la CVR) y las organizaciones democráticas, durante y después de los dos gobiernos de Fujimori. Esta característica ha llevado, a algunos sectores políticos, a calificar, incorrectamente, esta interpretación del fujimorismo como “una lectura tendenciosa, ideologizada e izquierdosa”.
En tercera cuestión, es hacer notar que esta interpretación del fujimorismo, ha comenzado a ser cuestionada por otra interpretación alterna. Esta “nueva” interpretación proviene, casi en su totalidad, de políticos y líderes de opinión, que en su mayoría están vinculados al fujimorismo o cercanos a las posiciones más conservadoras del espectro político nacional. Una particularidad de esta “nueva” interpretación es que no posee un sustento académico. Es básicamente un intento de relectura política y mediática. No existe una lectura académica medianamente seria desde la ciencia política, la sociología, la antropología o la historia sobre lo ocurrido durante los años noventa, que pueda servir de sustento a esta pretendida “relectura”.
Así, después de transcurridos 20 años del autogolpe del 5 de abril de 1992, se reaviva nuevamente esa permanente tensión de la vida nacional: la lucha por la construcción de la memoria histórica. Este proceso que atraviesa la política, la cultura, la educación y el mundo académico no debería dejar indolente a ningún peruano. Resultados como los de la encuesta de Ipsos Apoyo nos demuestran que la democracia también necesita de la defensa del recuerdo del pasado.
Afortunadamente muchas investigaciones periodísticas han demostrado tener la rigurosidad suficiente para ser consideras «serias». Los lectores han reconocido la importancia de textos que hagan más que teorizar, sea sobre el Fujimorismo u otros fenómenos políticos y sociales. Aquí en Colombia, por ejemplo, investigaciones sobre el paramilitarismo, las ejecuciones extrajudiciales y el espionaje ilegal han llevado a muchos personajes a la cárcel y han sido vitales en lo que se refiere al derecho a la información. Casos como los que menciona el columnista demuestran que los periodistas son necesarios en las sociedades, que su lenguaje para contar y explicar el mundo no vale menos que las reflexiones académicas; todo lo contrario, juega un papel importantísimo en la construcción de la memoria de un pueblo. Y en algunos casos, el único discurso posible cuando a los académicos no les interesan ciertos temas.