[OPINIÓN] La falsa conciencia de Beto Ortiz
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[OPINIÓN] La falsa conciencia de Beto Ortiz

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Dibujo de César Vallejo / Ilustración

Gustavo Faverón, con la erudición que suele caracterizarlo cuando no se dedica a trollear en Internet, hizo recientemente una minuciosa disección de los dislates lanzados por el periodista-escritor Beto Ortiz en defensa del show racista “La paisana Jacinta” y contra el conocido cuento “Paco Yunque” de César Vallejo, nuestro mayor poeta, el padre de todos.

Es una lástima que Faverón limite -por casualidad, descuido o temor- su análisis a lo estrictamente literario. De este modo, las diatribas de Ortiz serían, básicamente, productos del pésimo lector que es. Pero ocurre que además tenemos otros elementos de juicio, que nos permiten evaluar porque opta por defender al opresor y no al oprimido.

Primero. Beto Ortiz es empleado -muy bien pagado- de Frecuencia Latina, una de las peores cloacas del periodismo nacional, que desde su fundación se especializó en la crónica roja, ex vocero oficioso del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) bajo dos propietarios distintos y productor de los programas más racistas de la televisión nacional. Defensa de los frejoles, que le llaman.

Segundo. El propio Ortiz es victimario, y actúa como tal. No necesariamente de los niños de la casa-hogar Generación -caso que fue archivado, aunque sospechosamente-, pero sí de Ruth Thalía Sayas, muchacha a la cual expuso al escarnio público, a la violación y a la muerte. El desparpajo con el que le puso de nombre “Papá Piraña” a su discoteca en Iquitos, o con que subió desnudos “artísticos” de menores de edad a su website, y con que acusó a los familiares de las víctimas de Fujimori de repartir sus reparaciones con APRODEH, nos revelan, no a un mal lector, sino a un monstruo moral.

El cuadro no es tan intelectual como lo pinta Faverón. Beto Ortiz es, simplemente, un monstruo moral que defiende sus frejoles, un chancho que -gollerías de por medio- se cree ya en lo más alto de la cadena alimenticia tan diestramente retratada por el cholo Vallejo. Un chancho tal, naturalmente, defiende a quien le da de comer.

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