PLAN D´ESCAPE. Debatiendo con el verduguillo
Cuando un debate final, que se supone debe estar plagado de propuestas e intenciones, termina convirtiéndose, al menos de un lado, en un espacio para el golpe bajo, la puya y el chaveteo paporretero, simplemente te determinan que en tu cabecita ya tienes recontra confirmado por quien votar.
Y es que lo cierto, que muchas veces los polìticos confunden los espacios y confunden los debates e intercambio de ideas con el zapatazo por la cabeza y la zancadilla pelotera. Ocurrió en el 90 entre Vargas Llosa y Fujimori, sucedió entre Andrade y Castañeda, pasó entre Alan y Toledo y recontra pasó entre Alan y Humala (tremendas joyitas los dos). Y pasó, pasó y pasó en los últimos debates municipales, donde Altuve «desenmascaró» a un «terrorista» y bla bla bla.
Algunos dirán, «pero eso le gusta a la gente pe`». Sí pues, eso le gusta y también no le gusta. Porque lamentablemente, la política se ha convertido hace muchos años en eso, en el oficio de meter tanto verduguillo como sea posible. Y ese oficio no sólo es de los políticos sino que cuenta con un (nada) envidiable reparto de actores invitados que generan más desazón y oscurantismo a una carrera de por sí lamentable. Personajes de un lado y de otro que lo único que hacen es ensombrecer la polìtica. Pero dejemos eso para otro día.
Aquí lo que nos convoca, es el debate en Villa El Salvador. Confieso que esperaba un intercambio de golpes, pero no fue así. Villarán empezó, digamos que moderada, hablando de «Buen Gobierno» y se mostró interesante la frasecita de «que las escaleras sirvan para que la gente baje pero también que los servicios suban a esos lugares», es decir acercar el Estado (en este caso a través del gobierno municipal) a la gente.