Por Javier Contreras
Dice el Evangelio «Al César lo que es del César..» y aunque quien escribe este artículo no es, ni por asomo, aprista, es necesario reconocer una acertada obra de Alan García durante su segundo mandato: convertir la antigua estación de los desamparados en «La Casa de la Literatura peruana», con el fin de atorgarnos a todos los peruanos un espacio donde encontrarnos con el riquísimo bagaje literario que por historia nos pertenece.
Han pasado 4 años desde aquel 20 de octubre y los frutos son ya tangibles: cientos de escritores peruanos, no tan mediáticos, tienen un espacio donde presentar sus novelas, organizar el recital de sus poemarios; los pequeños gozan de un lugar preparado para motivarlos e iniciarlos en la lectura; y los estudiantes pueden acceder – libre y gratuitamente- a los grandes clásicos de la literatura y todos los peruanos podemos conocer la obra de los grandes escritores nacidos en nuestras tierras.
Si los escritores de antaño tuvieron su Palais Concert donde se juntaban para conversar, debatir, escribir, recitar, pensar, imaginar… los escritores de hoy -salvaguardando las distancias- tenemos a La Casa de la Literatura para juntarnos y hacer el mismo ejercicio creador que singulariza el oficio del hombre o mujer de letras.
No puedo dejar de referirme al episodio más negro de estos 4 años de vida institucional, sucedió el año pasado, cuando el gobierno de Ollanta Humala – en lo que fue, un real atentado contra la cultura- quiso utilizar la estación de los desamparados para «oficinas administrativas»
Era una barbaridad, pero ayudó a que los hombres y mujeres de letras del Perú, nos pongamos en pie, y luchemos por el espacio que sentíamos nuestro, nuestra «casa». Recuerdo vívidamente como nos apostamos en las rejas para hacer lo que mejor sabemos hacer: literatura y juntos, a una sola voz, recitamos «Masa», el icono poético vallejiano que evoca la importancia del trabajo colectivo.
Aquella noche, no llegaron los «grandes» y consagrados, no Vargas Llosa y su collera, mas si estuvimos firmes como el centinela los que amamos a las letras y a la literatura. Siempre tendré en la retina aquella vigilia que gestó un movimiento que logró hacer retroceder la ruin idea de nuestro mandatario. El grito «No te mueras, te amo tanto» lo llevo en mis oídos, retumbantes, como un compromiso, como una máxima de vida.
La Casa de la Literatura peruana vive sus primeros años, aún está en pañales, pero ¡Cuánto bien ya ha hecho!, es un refugio de vida, un manantial de arte, un remanso de finas plumas, es el espacio desde donde – estoy seguro- van a salir los nuevos Arguedas, Vallejo, Mariátegui… la cuna de los próximos Oquendo, Bryce y Palma, allí van a gestarse, allí lo harán.
¡Feliz 4° aniversario querida casa de las letras!, y que sean cientos,miles, infinitos años más, promoviendo lo más fino y bello que del alma del ser humano nace: la literatura.