
Por: Susana Chávez A. (PROMSEX)
En los últimos 50 años la sociedad ha cambiado; no solo triplicamos la población, sino también hay nuevas formas de vida y de reglas de convivencia. Algunas de estas “novedades” podrían para muchos resultar obvias, sin embargo, lograrlas originó muchas resistencias. Un ejemplo fue la co-educación, conocida también como la escuela mixta. Hoy, muy pocos estarían de acuerdo en separar en las escuelas a los hombres de las mujeres y muy por el contrario, instituciones que aparecían como netamente masculinas, hoy también incluyen a mujeres. Dado el tiempo, hoy sabemos que la coeducación es la mejor forma de educar y ya no solo se habla de un espacio de socialización compartida por sexo, sino también de la inclusión de niños y niñas con habilidades diferentes, como mecanismos que permitan lograr una sociedad más tolerante y una socialización más igualitaria.
Otro aspecto que marcó la época, fue el acceso a métodos anticonceptivos. En los 60 llegaron las primeras noticias de los anticonceptivos, abriendo la posibilidad de separar las relaciones sexuales de la reproducción. Esto coincidió con el incremento de las mujeres en la universidad y su entrada al mundo laboral. Esta maravilla de la tecnología también permitió introducir el concepto de placer de las mujeres como un elemento clave de la sexualidad, lo que en su momento y hasta hoy generó una reacción tan adversa de la jerarquía católica, declarándose enemigos públicos de la anticoncepción, situación que no se ha revertido hasta la fecha. Desde esa época, tuvieron que pasar al menos 20 años para que el Estado asumiera la planificación familiar como un derecho y a la vez como su responsabilidad, proveerla.
El periodo actual no está exento de cambios y hoy asistimos al proceso de reconocimiento de la diversidad sexual. Rechazar abiertamente la diversidad sexual o excluir públicamente a alguien a causa de su orientación sexual, no es aceptable. De hecho, cada vez hay más personas que dan a conocer sus preferencias sexuales.
Estamos frente a una sociedad que ha avanzado, que ha mejorado sus entendimientos, que ha ido incorporando paulatinamente en su discurso la igualdad, pero también estamos frente a procesos inacabados, en donde no se ha cerrado los círculos y los cambios no se han llegado a consolidar. Hoy, tenemos co-educación, pero no tenemos educación sexual, basado en un enfoque de género y de derechos humanos. Esto explica en parte el feminicidio y los crímenes de odio. Hoy tenemos programas de planificación familiar, pero hay miles de jóvenes para quienes las opciones anticonceptivas no están disponibles y siguen teniendo el aborto como la única salida. Hoy tenemos más personajes públicos que hablan abiertamente sobre su sexualidad, pero la discriminación continua siendo la norma.
Esto nos indica que avanzar culturalmente es muy importante pero no es suficiente para lograr una sociedad más justa, pues no solo necesitamos que estos cambios se expresen en discursos y en normatividad, sino también en hechos y resultados que den cuenta de la igualdad y tolerancia en todos los espacios de la sociedad.