Nace nuevo Frente Amplio de Izquierda y una candidatura a las elecciones del 2016.
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Por: Alexandro Saco

Levitsky confunde matemáticas con política. En su artículo “En defensa del Frente Amplio”, asume que los resultados electorales de 2006, en los que tres partidos de izquierda no superaron el 1%, son en factor para medir la capacidad de atraer votos. Olvida que la propuesta apoyada en esa elección por la mitad del país fue más radical que la de la izquierda electoral. El problema no son los sellos partidarios, sino las corrientes que pueden derivar en descalabros o aciertos. En el Perú de 2016 habrá espacio, como lo ha habido en los últimos veinte años, para una propuesta alternativa; la única visible ahora es la del Frente Amplio (FA).

La irrelevancia electoral que Levitsky y otros atribuyen a la corriente de izquierda, además de ser relativa, no es irrelevancia en el debate de las ideas y de las propuestas. Es la corriente de izquierda la que ha enfrentado (con mayor o menor éxito) al ejercito neoliberal que cuenta con armas de todo tipo y logra transformaciones políticas a gusto del cliente (desde 1990 todos los gobiernos terminan siendo lo mismo); y a pesar de haberlo hecho con una centésima parte de los recursos con los que cuenta la derecha, ha logrado instalar la disputa, que en elecciones ha tenido expresión en votos.

Afirma Levitsky que el FA carece de base social. Veamos; dejando de lado las organizaciones religiosas, la base social políticamente activa más relevante en el país la conforma el movimiento de derechos humanos/reivindicativo/social en sentido amplio, que fue decisivo para detener el intento fujimorista de retornar al poder. Sí, seguro el polito blanco y la cara de mosca muerta de Ollanta hicieron lo suyo; pero a la hora de la calle y del debate, que son fuentes insustituibles de la política, ahí estuvo esa base social que el analista desconoce.

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«La irrelevancia electoral que Levitsky y otros atribuyen a la corriente de izquierda, además de ser relativa, no es irrelevancia en el debate de las ideas y de las propuestas.»

No se trata sólo de “movimientos de protesta en algunas provincias”, sino de actores en el aparato estatal, en gremios educativos o de la salud, en defensa del ambiente, en la diversa sociedad organizada y sus luchas, que desde una apuesta por variar el modelo, se activan a veces coordinadamente ante los embates del Estado empresarial/conservador. Esta base social movilizable, no la tienen las otras corrientes políticas; visto de forma inversa, la base social con mayor identidad está del lado del FA.

Además afirma Leviksky que el otro gran problema del FA es que “carece de líderes con capacidad electoral”. ¿Acaso Fujimori, Toledo o Humala a tres años de su primera elección fueron líderes con capacidad electoral? Simplemente no existían. El liderazgo político en nuestro país es un enigma. Acá la elección la puede ganar un mequetrefe sin convicciones o un corrupto, y la presidencia puede estar negada para el cuadro más formado en la institucionalidad política como Lourdes Flores. Afirmar que no hay líderes electorales en la izquierda o en general a tres a tres años de la votación es irrelevante.

Levitsky y toda la derecha concluyen en que uno de los posibles candidatos, Marco Arana, no está para “las grandes ligas” porque osó hablar de socialismo; la entrevista en El Comercio es “la evidencia” de incapacidad electoral. Habría que decir que una cosa es una entrevista, y otra tener al frente a gente que no hace más que repetir el evangelio neoliberal. La prensa de derecha con su libreto, antes que entrevistas producen sesiones de bullying mediático de las que obtienen respuestas forzadas; ¿recuerdan cómo la prensa perseguía a Ollanta cual delincuente por las calles de Lima o la emboscada Aldo/Lucar, y a algunos que lo humanizaron que fueron expectorados?

Más allá de los sesgos y su matemática política, el artículo de Levitsky refiere otros asuntos a discutir, como el cansancio frente a los emblemas y retórica izquierdista, o la dificultad de afinar un programa entre marxistas, social demócratas, verdes, libertarios, comunistas y la diversidad de reivindicaciones/demandas que fluyen como ríos sin delta a la vista; cierto, existe una gran riesgo en la apuesta. Pero no obviemos que una de las razones del rechazo al FA se da por pretender construir algo distinto (cosa que ningún otro grupo propone), en donde la apertura a los no partidarizados es un gesto a materializar. Las proyecciones de los escenarios de maduración del FA presentadas por Levitsky son también atendibles.

Lo que la mayoría de análisis obvian, es que así el FA esté hoy conducido por figuras de larga trayectoria, existe una renovación generacional que está participando en las disputas políticas como el NO a la revocatoria o la campaña contra el fujimorismo en 2011. Esa realidad no se quiere ver, y se opta por enfocar las caras conocidas. Que esos nuevos cuadros en la mayoría de casos defiendan una firme apuesta por el cambio en las lógicas de desarrollo y no sólo por matizar el modelo, es lo que no gusta y se pretende invisibilizar.

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