(Spacio de Opinión) LA TETERA CÓSMICA

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Por: Roberto Bustamante Vento

El problema con las generaciones
Es bien difícil, cuando no arbitrario, esto de establecer y decir abiertamente “he allí a una generación”. ¿Lo tenían en claro los de la así llamada “generación del 68” en su momento? Nadie lo sabe. Pero, de hecho, hay problemas para definir qué es exactamente una generación. Lo que dice la literatura, más o menos y grosso modo, es que una generación tiene que compartir una misma experiencia vital de aprendizaje y estar enmarcada en un “horizonte generacional”, que escapa sin lugar a dudas, el ámbito local o nacional.

Dicho esto porque varios (entre ellos Martín Tanaka y Eduardo Dargent) han venido escribiendo sobre la existencia o no de una nueva generación de politólogos peruanos, opuesta a la vieja y así llamada “generación del 68”. No deja de llamar la atención la casualidad de que el tema se levante, toda vez que esta así llamada “generación del 68” y varios de sus académicos estén en un repliegue ¿estratégico? en el actual gobierno de Humala. Varios de esta así llamada “generación del 68” apostaron políticamente por el humanismo y hoy se ven en el dilema de dejar el gobierno (y que los acusen de patear el tablero) o quedarse y lucharla un poco más (y que los acusen de falta de dignidad). Varios de los académicos que conformarían el movimiento “ciudadanos por el cambio” bebieron de este espíritu de la época y sus investigaciones expresaban las preocupaciones de dicho horizonte generacional.

Las generaciones así pueden estar tanto marcadas por la coyuntura como por el espíritu de su época. Así, podríamos suponer que Alan García y Javier Diez Canseco, efectivamente, corresponden a una misma generación de políticos, aunque no necesariamente compartan la misma posición política. Así, lo común en muchas partes del mundo (sin exceptuar al Perú) era por un lado la crítica a la hegemonía norteamericana y por el otro la crítica a las viejas izquierdas; esto resultó en la explosión de colectivos y partidos que se vio en el Perú durante la década de las dictaduras de Velasco y Morales Bermúdez.

A nivel regional, se abre un nuevo horizonte generacional, esta vez marcado por el paso de las dictaduras a la democracia; este paso generaría más bien una mirada cínica con respecto a la política y a los grandes discursos. Es también una generación que ve con desprecio el academicismo de los setentas y que ya no comparte las preocupaciones de la generación anterior. No por gusto es la generación de Los Prisioneros en Chile, del New Wave en la música y el aggionarmiento de la generación setentera a nivel global; es también la generación, en el caso peruano, que vio a uno de los de la generación anterior (aunque no fuera reconocido como tal) llegar a la presidencia del país y que además tuvo que convivir con Sendero Luminoso y el dilema que planteó a una generación setentera que promovió la lucha armada sin explicar bien por qué terminaron entrando al juego democrático. Como la anterior, esta generación es la que hoy por hoy viene ocupando cargos directivos en distintas instancias públicas y privadas. Basta con ver las encuestas anuales de líderes de opinión para ver este desplazamiento generacional.

La generación siguiente es aquella que a nivel global vive el fin del mundo bipolar y que convive con la hegemonía del discurso del consenso de Washington. Se impone un sentido común promercado, y aunque hayan algunos intentos por construir un discurso alternativo, este no va a escapar ciertos espacios muy reducidos. La protesta se vuelve más étnica o cultural que clasista. No se trata ya de cambiar al sistema, sino de reformar el modelo (que es, burdamente, lo que promovió el Subcomandante Marcos en su famosa andanada en Chiapas). A nivel nacional, es la generación que convive su juventud con el gobierno de Fujimori luego del golpe de estado del año 1992. Las condiciones en las que se da ese aprendizaje vital son bien claras y precisas.

El cambio de milenio ofrece a nivel mundial una serie de situaciones que nos permiten hablar del paso a una nueva generación. Aquella marcada por las movidas globales (desde Seattle en el año 1999 hasta el 15M en la Puerta del Sol en España). Es una generación que a nivel global compartió y vio en directo la destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York. Y una generación cuyas movidas dispersas se van cerrando con el reciente despliegue de eventos de los “indignados”. Es posible que la aparición de esta suerte de discurso global (colaborativo, espontáneo, aprovechando la arquitectura de Internet y las redes sociales) nos esté dando la clarinada de la aparición de una nueva generación. A nivel nacional, fueron los gobiernos del tercer y cuarto piso del consenso de Washington iniciado por Fujimori en los noventas. El triunfo de Humala (más allá de su viraje o no a la derecha) sí marca el quiebre de un horizonte y se abren varios y distintos temas. Estamos también ad portas de un desplazamiento étareo de aquellos que se formaron política y académicamente en los noventas con respecto a las generaciones anteriores.

Este repaso para plantear, entonces, que para atender al problema de la generación no basta solamente atender los procesos locales, sino, prestar atención a los procesos globales, cada vez más conectados.

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