Por: Ersa Gamarra(*)
Publicado originalmente en Otra Mirada
Desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos el 10 de diciembre de 1948, el reconocimiento del derecho fundamental a la igualdad de las mujeres frente a los hombres ha estado pendiente de realización.
Si bien, hemos avanzado con normas de desarrollo convencional como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, aún tenemos dificultad para garantizar su existencia real.
Y es que la búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres trasciende al ámbito jurídico en busca del cambio de paradigmas en las relaciones de género, que vaya desde la situación de poder de lo masculino sobre lo femenino hacia la igualdad real como naturaleza intrínseca de la persona, tanto desde las instituciones como desde la ciudadanía.
Hoy, a más de cien años de la jornada por las diez horas de trabajo de las trabajadoras mártires de Chicago, con una brecha salarial del 27.9% al 2021 ; con 519 mujeres desaparecidas y 18 feminicidios en enero de 2022; y solo tres ministras de Estado, vemos que queda mucho por hacer por el acceso al trabajo, la salud, la vivienda, por una vida sin violencia y por el ejercicio pleno de los derechos políticos.
Si bien, desde el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables se han dado avances como la Política Nacional de Igualdad de Género y el Programa Nacional para la Prevención y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres e Integrantes del Grupo Familiar – AURORA, corresponde que la efectivización de los derechos de la mujer se convierta en una política de Estado y que la ciudadanía asuma la responsabilidad de reemplazar el pensamiento patriarcal por el sentido común de la igualdad real.
La búsqueda de la igualdad y la eliminación de la discriminación y la violencia no es solo tarea de las mujeres, sino de toda la sociedad. Cuando como sociedad erradiquemos la idea de la superioridad de unos sobre otros por razones de género, etnia, condición económica u otras, podremos estar ante un cambio de época y lograremos vivir en paz y en equilibrio con nuestro entorno o, como diría la escritora, antropóloga y activista feminista argentina, Rita Segato: llegaremos a un cambio de la historia.
(*) Abogada, con maestría en derecho constitucional y derechos humanos.