Mientras vemos a un fiscal valiente cantando sus verdades a Keiko Fujimori y su organización delictiva (no seguiré llamándolos fuerza política), una no puede dejar de asquearse por la vergüenza que supone que pese a ello sigamos teniendo a una mesa directiva del Congreso presidida por un fujimorista (lo de la licencia temporal de Salaverry es un disfraz para sostener el poder en la institución que ellos mismos han quebrado).
Por: Laura Arroyo Gárate
@menoscanas
Creo, como he dicho en varias ocasiones, que en un contexto de institucionalidad quebrada las salidas están fuera de esas instituciones pues sus medidas encorsetadas hoy sostienen y dan cierto aire a quienes las han quebrado y han roto el acuerdo democrático.
Aún así, ciertos pasos se hacen urgentes antes que necesarios. Hoy Marisa Glave apunta bien en esa dirección al exigir la renuncia de la mesa directiva. Me parece un buen primer paso aunque no baste para la limpieza que urge en ese Congreso que ya no representa ni da más.
Ahora la pregunta es: ¿cuántos congresistas se sumarán a este pedido? Y, tal vez lo más difícil, ¿qué están dispuestos a hacer los congresistas desde su espacio para forzar esta renuncia? Porque el momento de papeles y comunicados con firmas ha pasado. Porque así como la ciudadanía se moviliza en las calles, ustedes, congresistas, tienen altavoz mediático y capacidad de generar acciones performativas que pongan contra las cuerdas a la mafia en ese hemiciclo que no es suyo.
Sí. Tal vez haga falta salirse del reglamento para ello y pensar fuera de la caja. Pero si pedimos cambio, ¿quien si no los representantes para dar un paso?
¿Quién se atreve?
Aquí el tuit de Marisa Glave abriendo una puerta.
