
El levantamiento social y político ocurrido en Trujillo el 7 de Julio de 1932 sigue siendo uno de los acontecimientos más controvertidos de la historia contemporánea del Perú. Este hecho, asociado a la génesis del partido aprista selló, por muchos años, no solo una fuerte rivalidad entre el Ejército Peruano y el Partido Aprista, sino que galvanizó una sólida identidad política entre ese partido y la ciudad de Trujillo. Esos eventos, además, dieron forma en las décadas siguientes al recuerdo sobre la extrema heroicidad demostrada por los mártires caídos ese día y, que a su vez, pasó a formar parte del imaginario político de la militancia aprista
Entender los sucesos ocurridos aquel día de 1932 obliga a comprender el contexto del Perú a inicios de los años treinta del siglo XX. La dramática caída del régimen de Augusto B. Leguía en 1930 y la llegada al poder de Luis Miguel Sánchez Cerro en 1931 trajeron un reacomodo de los sectores oligárquicos en la estructura de poder. Sin embargo, el escenario político había cambiado y ahora existían nuevas organizaciones políticas, como el aprismo y el socialismo, cuyas acciones de cuestionamiento hacia el nuevo régimen, llevaron a los sectores conservadores a implementar medidas autoritarias y represivas.
Es así que para inicios de los años treinta el aprismo se había convertido en una importante fuerza de movilización social y política. Una serie de sucesos previos a los eventos de Trujillo muestran el carácter estructural de la tensión política de aquellos años. El atentado fallido contra Sánchez Cerro en la Iglesia de Miraflores, el desafuero del Congreso de los parlamentarios apristas y su posterior deportación y, la sublevación de los marineros de los buques Grau y Bolognesi, marcaron sombríamente el clima político previo a los sucesos de Trujillo en 1932. Como consecuencia de estos hechos la tensión social y el abierto enfrentamiento político fueron el común denominador y alcanzarían su mayor dramatismo en la denominada insurrección o rebelión de julio de aquel año.
Ahora bien, los hechos ocurridos el 7 de julio de 1932, así como las posteriores acciones de represión de la insurrección por parte del ejército, las profundas motivaciones que impulsaron a ambos bandos a realizar una serie de ejecuciones y, la cantidad de muertos que generó el levantamiento, siguen siendo todavía aspectos muy polémicos de comprender, tanto política como académicamente.
En general para la historiografía peruana la interpretación de lo ocurrido aquel día de 1932 continúa siendo un tema de debate. Una muestra de esta situación es que aún existe una falta de unanimidad sobre el carácter de los hechos: ¿fue una insurgencia, una rebelión o una revolución? Por ejemplo, Margarita Giesecke, historiadora peruana fallecida prematuramente, señala en su libro La Insurrección de Trujillo. Jueves 7 de Julio de 1932, publicado en el 2010, que los eventos ocurridos en Trujillo forman parte de una insurrección.
Si bien sabemos que los eventos de Trujillo terminaron con una gran matanza de civiles, rebeldes y militares, ocurridos en una época de gran convulsión, persiste en general la polémica sobre las razones de los hechos y su significado histórico y político. Esta polémica es además recurrente en muchos otros temas donde el aprismo fue y sigue siendo el principal protagonista.
La historia, la política y el APRA de una u otra forma parecen términos irreconciliables.
