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Fotomontaje: CNN México
Por: Carlos Flores Valeriano

En Ecuador, han cobrado cierta notoriedad los wikileaks que publicó el diario «El Telégrafo» (medio público). Abrieron la entrega con una entrevista a Julian Assange, quien afirmó que los medios (a quienes les llegaron los llamados «cablegates») no publicaron toda la información. La aseveración sirvió, a mi criterio, para subrayar el enfoque de El Telégrafo y los medios afines al gobierno quienes hablaron sobre «los wikileaks que no se publicaron de Ecuador», por parte de la «prensa independiente». Y para poner la cereza al pastel, se insistió en el cable donde se llamaba a ciertos periodistas como «informantes» o periodistas «claves» por parte de la Embajada de Estados Unidos. Pero no hubo eco en los medios privados (era lógico). Esto avivó el verbo del primer mandatario y varios otros funcionarios quienes acusaban a esos medios privados de no decir nada sobre el tema.

La cúspide de los Wikileaks se dio el año pasado, en Ecuador, cuando El País (España) publicó un cable de la entonces Embajadora de Estados Unidos en Ecuador, Heather Hodges. » La corrupción «es generalizada» en las filas de la Policía Nacional de Ecuador y quien fuera su comandante, Jaime Aquilino Hurtado, utilizó su poder como la máxima autoridad del cuerpo para extorsionar, acumulando así dinero y propiedades, facilitar el tráfico de personas y obstruir las investigaciones contra compañeros corruptos», decía el artículo de El País. El mencionado cable, incluso, afirmaba que el Presidente sabía que Hurtado era corrupto, y en opinión de Hodges, el gobernante quiso, con el nombramiento, tener un jefe de policía fácilmente manipulable. Muchos medios en Ecuador, sobre todo, privados, replicaron la información. Desde el gobierno, hubo desmentidos, acusaciones de mal periodismo por no contrastar la información y hasta «mala fe» para desestabilizar al gobierno. El Presidente, por su parte, dijo que no dudaba de la integridad de Hurtado. Todo esto terminó con la salida de Heather Hodges del país.

Cuando estuve a cargo de la Jefatura Nacional de Noticias de Radio Pública de Ecuador, el tema wikileaks lo empezamos a abordar mucho antes que ocurriera la salida de Heather Hodges, incluso cuando muchos medios no sabían qué era eso de Wikileaks, o publicaban muy poco. Primero abordamos el tema bajo la lupa del interés y la novedad. Luego, conociendo las reacciones en el mundo, no solo desde la perspectiva política, sino desde el análisis. ¿A dónde nos llevaba todo este tema de los wikileaks? Cuando llegó a Ecuador, lancé mi suspicacia al leer que El Comercio publicó cómo hicieron contacto con Assange, y de paso, lanzaban dos criterios de publicación: uno, que Assange les había dicho que no publicaran cables que pongan en evidencia a sus fuentes (las de wikileaks); y segundo, que el medio valoraría la información que considere más relevante. Dos preguntas compartí con la audiencia, recuerdo: ¿porqué Assange colocaba ese filtro si Wikileaks apostaba por abrir toda la información de manera irrestricta? (aunque, al pasar los meses, wikileaks difundió cables sin editar, incluyendo los nombres de las fuentes.

La decisión hizo que muchos medios criticaran el hecho ya que ponía en riesgo a sus informantes) y, segundo, si bien es un tema de la sala de edición de un medio ¿acaso los lectores del medio no teníamos derecho de saber cuáles eran los criterios de selección de los cables recibidos, que superaban los mil? Recordemos que todo esto se dio a vísperas de la Consulta Popular que impulsó el régimen. Desde el micrófono, sin embargo, hice referencia de varios wikileaks que publicaron estos dos medios, que mencionaban a Alfredo Palacio, a Lucio Gutiérrez, su rol con la prensa, entre otros. Y el mismo tratamiento, informativo, se dio cuando pasó lo de Hurtado y la salida de Hodges.

Pero tampoco se puede negar que los mencionados wikileaks, se publicaron abundantemente antes de la Consulta y fue bajando intensidad, posteriormente. Hasta que pasaron de la portada a páginas interiores. Y luego, no publicar más. ¿Fueron todos los wikileaks que recibieron? pregunté, alguna vez al aire. Al ver el comportamiento de los medios y los cablegates, no solo en Ecuador sino en América Latina, decidí entrevistar a Pedro Brieger, argentino y periodista. Pedro, quien luego estuvo en Ecuador, dijo que había mucha subjetividad en los mencionados cables, es decir, que se escribían desde las valoraciones y opiniones de un embajador o embajadora o un funcionario; y segundo, que era evidente el direccionamiento editorial y político que le daban algunos medios a esa información, como El País, que mayormente publicaba cables que hacían referencia a los gobiernos progresistas, por ejemplo.

Buscando más información, vi al ingeniero Ariel Garbanz, Coordinador de Seguridad Informática de la Universidad Nacional Tecnológica (Argentina), en el programa «Bajada de línea», cuyo video se encuentra en youtube. Él afirmó que el origen de los cables de wikileaks no vienen de un trabajo de hackers, sino de la red militar de Estados Unidos. «Esta red recibe archivos clasificados que previamente fueron desencriptados y que fueron filtrados hacia la red wikileaks». A la par, otros analistas, sostienen que la filtración de estos documentos tuvo como fin político debilitar la autoridad de Barack Obama.

En la última Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación, que se celebró en Guayaquil el año pasado (organizado por IPYS), se abrió un panel sobre wikileaks. Los periodistas de varios medios de América Latina, soltaron más que conclusiones, reflexiones y preguntas provocadoras: ¿se puede llamar periodismo de investigación, a la recepción de documentos, en este caso de wikileaks? ¿la entrega de miles de documentos diplomáticos hizo que la prensa dejara de mirar otros temas? Y si es así ¿qué temas?; ¿por dónde empezar cuándo tienes montañas de información? ¿qué criterios debes manejar en el momento de la selección, sin caer en el riesgo de estar ocultando información? Ya fuera del debate, en algún intermedio, la conversa seguía: algunos afirmaban que era poco lo que realmente merecía publicarse, ya que mucho era información de menor relevancia, «chisme».

Lo que ha hecho El Telégrafo es llevar agua para su molino, o más bien para el régimen, y puso en primera plana lo que políticamente resultó útil. Los privados, no es que hayan sido la excepción. Se reclama, ahora, que el resto de medios no hizo eco de lo publicado por El Telégrafo, pero este medio público tampoco hizo lo propio cuando hubo wikileaks que señalaban al Canciller Patiño de, supuestamente, recibir recursos de las FARC para la campaña del actual mandatario, como para citar un ejemplo. El asunto sigue siendo el mismo: la guerra mediática de desprestigiar al otro, usando el sesgo, contar lo que conviene.

Quizá sea otro el enfoque que debemos hacer cuando abordamos el tema de wikileaks. Un enfoque que no signifique poner a Julian Assange como el nuevo tótem del hacker activismo del siglo XXI. A José «Pepe» Mujica, ex guerrillero tupamaro y actual Presidente de Uruguay, cuando le preguntaron sobre los wikileaks, dijo: «no hay que darle mucha bola, porque lo importante no lo escriben».

Queda tela por cortar.

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