Compartir

caviar

Por: Ricardo Alvarado*

Las recientes declaraciones de Jorge Mario Bergoglio (conocido como Francisco en su faceta de obispo de Roma) insinuando cierta liberalización en la Iglesia Católica respecto del rol de la mujer, de la campaña contra los derechos sexuales y reproductivos y de la persecución de los homosexuales, han desatado entusiasmo en la intelectualidad caviar, entre la que abundan los cristianos «de izquierda». Se especula con un cambio de rumbo, con un retorno a la doctrina del Concilio Vaticano II, de la bendición papal a la Teología de la Liberación.

¿Realmente asistimos a un cambio? Creo que no. Fuera del rebaño católico, una liberalización de la Iglesia no pasaría por la ordenación de sacerdotisas o diaconisas, por poner coto a los escandalosos gastos de la curia romana o por la adopción de un discurso orientado hacia los pobres: pasaría porque el Vaticano dejara de pretender ser la conciencia moral de la humanidad, y en virtud de ello, abandonara los numerosos lobbys que hasta ahora mantiene para defender sus intereses e imponer sus creencias a todos los seres humanos, sean católicos o no.

Una liberalización real pasaría por que el catolicismo dejara de comportarse como portador de la verdad absoluta, reconociendo que temas como la unión civil, el matrimonio igualitario, el aborto, los derechos sexuales y reproductivos y la equidad de género son temas políticos y no religiosos. Eso es algo que la Iglesia Católica nunca hará. El caviarismo peruano se entusiasma comparando favorablemente a Bergoglio con el cardenal Cipriani, como si hubiera que agradecer el que una persona no sea un fascista militante, pudendo serlo. Tal vez su próximo paso sea comparar al arzobispo Salvador Piñeiro con el pederasta obispo Gabino Miranda, y alabar a aquél porque no abusa de menores de edad, pudiendo hacerlo.

Destaco estos contrasentidos porque ejemplifican claramente las limitaciones del discurso caviar, pretendidamente moderno, tolerante y adaptado a los tiempos, pero sujeto en la práctica a atávicas lealtades e intransigencias. Los jóvenes del PCP-Unidad y de Patria Roja, representantes de una izquierda supuestamente arcaica y estalinista, han estado entre los primeros y más firmes defensores de la unión civil; e incluso la CGTP ha marchado en defensa del derecho de las mujeres a abortar. Mientras tanto, el «aggiornado» caviar Nicolás Lynch, precisamente el creador del término «izquierda arcaica», mostró horriblemente el plumero al manifestarse incapaz de distinguir entre homosexualidad y pedofilia, pidiendo públicamente la inscripción de monseñor Miranda en el MHOL.

Unión civil sí, matrimonio igualitario no; aborto terapéutico sí, derecho a abortar no; Marco Arana sí, Juan Luis Cipriani no; misas de agradecimiento sí, estado laico no. Tales son las limitaciones del discurso caviar en el tema de la relación Estado-Iglesia, como en muchos otros temas que iremos señalando en esta columna, que inauguramos hoy para confusión de los bienpensantes y jolgorio universal.

*Ricardo Alvarado (Odriozola, 1973) es historiador, investigador en derechos humanos, hincha de la U, Boca Juniors y Barcelona, e irredimible maldiciente. Desde 1998 dirige el blog avecritica.com @avecritica y a partir de hoy columnista en Spacio Libre.

Sobre el autor

Por Spacio Libre

Este es el espacio de la redacción, el de las notas casi volteadas, coyunturales y que recogen parte de lo que ocurre día a día. Los demás informes son firmados por cada uno de los autores y respaldados por el equipo. Síguenos en @spaciolibre y www.facebook.com/spaciolibre.pe

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *