
He leído con paciencia Contarlo todo, traté de no revisar comentarios ni críticas previas, tampoco vi las entrevistas y reportajes que algunos canales de televisión le hicieron al nuevo «boom» literario, Jeremías Gamboa, para poder escribir lo más honestamente posible un modesto comentario de esta novela que causó furor en la Feria de Libro de Guadalajara, y que en el poco tiempo que lleva en las librerías limeñas ya se ha posicionado entre los más vendidos.
¿Dónde radica el éxito comercial de la obra de Gamboa? En lo bien trabajado de sus personajes, sobre todo su personaje principal: Gabriel Lisboa, es impresionante lo verosímil que llega a parecer este estudiante de periodismo, luego periodista en ejercicio y con relativo éxito, redactor de un importante diario capitalino, al punto de parecer, por largos momentos que se trata de una autobiografía. Pero no, Contarlo todo, parte de ser una biografía literaria (al puro estilo de El pez en el agua) y llega a ser una novela bien lograda en todas sus aristas.
Es por eso, casi imposible, que uno pueda no sentirse identificado con Gabriel (nombre eminente para el periodismo y la literatura en el continente por el autor de Cien años de soledad), al punto de sentir, en muchos pasajes de la novela, que se está narrando la vida misma del lector o en todo caso, a lo que este aspira (o sueña). Este feeling provocado (adrede), es otra de las causas por las que Contarlo todo es un éxito comercial, el lector se siente narratario (aunque esta no haya sido la voluntad expresa del narrador)
Otro aspecto resaltable, es que Gamboa resucita como tópico literario un viejo paradigma de la narrativa peruana: la rara convivencia entre el periodismo y la literatura. Dualidad que Vargas Llosa usó para uno de sus libros más celebrados: Conversación en la Catedral, y que luego Bayly retomaría para su autobiográfica Los últimos días de La Prensa. El autor, consciente de la importancia, riqueza literaria y trascendencia de este tema, desde su propia experiencia, fabula la historia de un periodista, que en búsqueda de su realización personal, deja las redacciones y rotativas para tercamente querer publicar sus novelas, sin duda la historia misma de Jeremías, pero a la vez la de Dieguito Balbi, Zavalita y la de muchos amigos y colegas muy queridos.
Lo logrado por Contarlo todo, no es poca cosa. Vargas Llosa apadrinó al libro y al autor, y como el nobel muchos otros importantes escritores de habla hispana lo han hecho, por eso las malas críticas vertidas parecieran ser muestra de celo de muchos colegas que quisieran haber escrito la novela. Yo, desde este modesto espacio, me limito a agradecer a Jeremías Gamboa por darnos la oportunidad de leer y de leernos en su obra, la que – espero- sea solo la primera de una colección que alegre nuestras tardes lectoras.
Ni Contarlo todo es el nuevo «boom» literario, ni Jeremías Gamboa es el nuevo Vargas Llosa, aún cuando nos refiramos a maestro y discípulo, hay una brecha generacional que hace ambas literaturas distantes, ricas, apetitosas de leer, joyas de la literatura, que no debería faltar en la biblioteca de cualquiera que se irrogue el título de buen lector.
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