
En la operación más impresionante de la historia chilena, uno a uno fueron ascendiendo a la superficie, los 33 mineros, cada uno con sus experiencias, sus virtudes y defectos, sus alegrías, sus temores, sus pesares y sus esperanzas.
Todo el pueblo chileno los siguió desde el primer día que se tomó contacto con ellos, y con Chile, el resto del mundo estuvo atento a cada paso de esta operación «San Lorenzo» que ha reunido a 33 personas con sus familias, sus amigos y sus nuevas ilusiones, en el caso de los 33 no dudan en que volverán a un socavón para continuar con sus labores.
Labores, que ya con la tranquilidad del caso, deben ser revisadas. Aquí los dueños de la minera se la pasarán de comparsa si es que las autoridades chilenas no toman cartas en el asunto. Las condiciones de trabajo en el interior de la mina, eran poco menos que pésimas, insalubres e inseguras. Una fuerte sanción le ha de esperar a esta minera San Esteban que tampoco ha hecho mucho por este rescate.
Hora de mirar, en Chile y en otros paìses de Sudamérica, la manera en que las grandes empresas irrumpen sin tener en cuenta el mínimo cuidado por sus trabajadores y por los habitantes de las poblaciones cercanas a sus centros mineros.
Pero, por ahora, celebremos, celebremos por este canto a la vida que ha sido cada ascenso de la sonda Fènix 2, y festejemos para que, como dijo el capataz de los 33, Luis Urzúa «esta desgracia no vuelva a ocurrir nunca más en Chile» y ojalá nunca más en ninguna parte del mundo.
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