
Por: Susana Chávez A. (PROMSEX)
Según datos de la ENDES 2010, el 32.2% de padres y madres, estarían utilizando los golpes para castigar a sus hijos. Sin embargo, para quienes creen en la “graduación” del maltrato físico, dichos golpes no incluyen palmadas. Si se compara estas cifras con las del año 2000, habría una reducción del 20%, lo que nos da cierta esperanza de que algo estaría cambiando, sin embargo, no vale cantar victoria, pues los golpes siguen ocupando el segundo lugar dentro de las formas de castigo que utilizan los padres, aventajada por la reprimenda verbal (78.3%), lo que indica que la mayoría sufre doble castigo.
Las zonas en donde se ejerce mayor violencia como forma de educar, son la selva y la zona rural, con 48.1% y 47% respectivamente y en cuanto a regiones, “destacan” Huancavelica (58.9%), Ucayali (56.5%) y Ayacucho (52.5%). Sin embargo, eso no significa que Lima y los estratos altos estén libres de problemas, pues uno de cada tres niños/as será educado también con golpes.
Si bien la tolerancia de la violencia hacia los niños y niñas es muy alta y como práctica cultural, es aún muy frecuente, los efectos son graves, pues en las pequeñas víctimas no sólo implican daño directo, que muchas veces incluyen tratamientos de emergencia, debido a la gravedad de las heridas o incluso la muerte, como el caso del niño de cuatro años que acabamos de ver en los medios, sino también fortalece la existencia de sociedades violentas, dado que los niños y niñas sobrevivientes, tienen altas probabilidades de repetir el plato con sus propios hijos e hijas, cerrando así el perverso circulo de la violencia.
Es por ello que resulta incomprensible que la Comisión de Justicia y Derechos Humanos de la legislatura anterior, apruebe una Propuesta del Código de la Niñez y la Adolescencia, incluyendo a la “corrección moderada”, como parte de los deberes y derechos de los padres, contenida en el artículo 74° inciso d. Pues lo que menos se necesitaría promover es que el castigo físico sea una forma admisible de educar; el término de “corrección moderada” no solo resulta ambiguo en términos de cuan grave puede ser el castigo, sino también es una clara permisión de que sí es posible golpear a un niño o niña, abusando del poder que se tiene como padres o tutores.
El castigo físico no es la única perla de este Código, también es la negación del derecho a opinar y participar, afectando de manera particular a los y las adolescentes. Una sociedad que abusa de los niños y niñas, que niega el derecho de expresión, que anula la participación de los y las adolescentes en los espacios de organización, no será jamás una sociedad que nos haga mejores personas y eso es lo que estamos defendiendo cuando protegemos a los niños y niñas de esta propuesta de código, pues no será la obediencia pavletiana, lo que nos hará ciudadanos y ciudadanas, sino el desarrollo del libre discernimiento y crecer libres de todo tipo de violencia.
