CUERPO Y DERECHOS. La importancia de ser uno mismo
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CUERPO Y DERECHOS. La importancia de ser uno mismo

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Por: Susana Chávez (PROMSEX)

Gay, lesbiana, bisexual, travesti,  transexual, transgénero femenino, transgénero masculino, intersex, son algunos de los términos que se han ido acuñando en los últimos años y que hacen la diferencia con la heterosexualidad. Estos términos no solo expresan las diversas prácticas sexuales y lo que implica la dimensión erótica, sino, en mucho de los casos también da cuenta de las distintas maneras como cada una de las personas se vinculan con el mundo, partiendo desde su propia autoafirmación como seres sexuados, es decir desde la identidad con la que quieren ser reconocidos.

Todavía hay quienes prefieran usar el término genérico de homosexual para describir a todo aquello que no sea heterosexual y es muy poco lo que conocen de las diferencias de la diversidad sexual, perdiendo de vista lo sustancial que resulta el reconocimiento de la identidad de género liberado del sexo biológico.

La tendencia a la homogenización de la diversidad sexual, no solo provoca el simplismo del estereotipo, sino, también niega la existencia de muchas personas, pues lo que no se nombra no existe y ubica, al igual de lo que ocurre con estereotipo de la heterosexualidad, en una idea reducida de ver el mundo, de vivir, de entablar vínculos, de evidenciar desempeños y de reconocer necesidades, aspiraciones y planes de vida.

El reconocimiento propio y ajeno de la diversidad sexual, no solo implica “dejar vivir”, que para muchos puede significar un gran avance, también exige que las necesidades, al igual que las de cualquier ser humano, sean consideradas y ello incluyen aspectos tan mínimos como vivir libre de violencia, acceso a la educación, trabajo digno, formar familia, entre otros; es decir, todos aquellos elementos que hace posible una real convivencia democrática.

Sin embargo, mostrarse como cada uno quisiera hacerlo y vivir como tal, parece un sueño lejano y cada vez que se trata de colocar algunos indicios de  igualdad y de justicia, tales como las uniones civiles y la simple posibilidad de compartir bienes (ni siquiera el matrimonio), hay quienes, ven en estos elementales avances una amenaza, sin tomar en cuenta que su rechazo es una forma activa de discriminación e intolerancia.

Por lo tanto, conocer las diferenciaciones, nombrarlas como tal e incorporarlos  en nuestro vocabulario, es un mecanismo de inclusión pues solo así podremos entender que no solo requiere tener un nombre, sino una identidad que les haga sentirse representados, y así podremos ir acortando las brechas de una vida digna para todos y todas.

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