Megacomisión del Congreso acordó recomendar acusación constitucional contra Alan García.
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A propósito de los US$364 mil millones que debe Grecia, el NO al plan de austeridad financiera y su posible salida de la Eurozona, recordamos al popular «la plata llega sola» que nos dejó ahorcados.

Megacomisión del Congreso acordó recomendar acusación constitucional contra Alan García.
Alan García en su segundo gobierno trató de enmendar todos los errores del primero / Foto: Inforegion.pe

Redacción Spacio Libre/ @Spaciolibre

Toda la semana pasada hemos oído de los problemas financieros de Grecia que lo han llevado a declararse en default. ¿La razón? Los griegos no tienen con que pagar la cuota de US$1.700 millones que le debe al Fondo Monetario Internacional (FMI) como parte de una deuda externa que alcanza los 323 mil millones de euros (unos 364 mil millones de dólares), monto superior a sus reservas totales que son de US$238 mil millones.

Para superar esta situación de quiebra, que algunos advierten tendría implicancias mundiales, los principales acreedores de los griegos ( Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Unión Europea -un grupo popularmente conocido como «troika»– ) propusieron un plan de austeridad y salvataje financiero, que incluía un ahorro del 1% del PBI (principalmente a través de recortes al sistema de seguridad social) y suspender la extención del IVA (impuesto a las ventas, lo que nosotros conocemos como IGV) a islas del país. A esto se sumaría un paquete de ayuda financiera por 50.000 millones de euros para cancelar deuda. Sin embargo, ayer 61% de los griegos rechazaron -mediante referendo- que dichas medidas se apliquen en su país, con lo cual se espera que a la brevedad el país heleno salga de la zona euro y deba imprimir sus propios billetes.

¿Cómo podría afectar al Perú una situación similar a que vive hoy Grecia?

Hay que decir que tal como están las cosas es muy difícil que el Perú caiga a la brevedad en un default, aunque esta situación no es ajena a los peruanos, de hecho nuestro país, según la universidad de Princeton, ya estuvo al menos 9 veces en quiebra. Si usted es mayor de 30 años seguro se acordará de la última bancarrota peruana, a finales de la década del 80. Y si no, acá se lo recordamos.

28 de julio de 1985, Alan García asume la presidencia del Perú con apenas 36 años de edad, y recibe al país en una profunda crisis económica. Las inversiones habían caído de 21,2 % del Producto Bruto Interno (PBI) en 1982, a 12,2% en 1985. En 1982, la economía peruana no creció y en 1983, el crecimiento fue negativo: -12,2 %.

En su discurso a la nación, García atacó al FMI.  «De ahora en adelante el pago de la deuda externa se limitaría al valor equivalente al 10 % de las exportaciones peruanas», dijo.

Nuestros "recordados" intis / Foto: Internet
Nuestros «recordados» intis / Foto: Internet

Pero, además de introducir una nueva moneda (el inti reemplazó al devaluado sol), la principal medida económica consistió en la congelación de precios básicos, sueldos y la tasa de cambio relativa al dólar. Por ejemplo, el precio de la gasolina se elevó, de golpe, en 25 % para luego congelarlo a ese nivel. La poca confianza de la ciudadanía en el modelo económico de García condujo a que, hacia fines de 1986, muchos cambiaron sus intis por dólares temiendo – y, al mismo tiempo, originando – una devaluación del inti.

En 1987, el peligro de una crisis en la balanza de pagos y en las reservas internacionales era evidente. Sin embargo, Alan García y el APRA siguieron confiando en un crecimiento económico rápido hasta 1988. Al mismo tiempo, tuvieron que aceptar la devaluación del inti, la subida de sueldos y de precios. Las empresas fueron forzadas a comprarle al Estado bonos obligatorios por un valor que llegaba hasta el 30 % de las utilidades brutas que las empresas habían obtenido en 1986.

El 28 de julio de 1987 en el mensaje a la nación, García explicó su medida de estatizar la banca con las desigualdades sociales y económicas en el Perú. Según García, era necesario “democratizar” el crédito y, dado que el sector privado no estaba dispuesto a asumir esa tarea, el Estado debía tomar las riendas.

Al finalizar 1987, la crisis ya era evidente: La inflación empezó a galopar (114,5 % en diciembre del 1987), la producción – y, por consiguiente, la reactivación económica – se había estancado y la balanza de pagos tuvo, en 1987, un saldo negativo de 521 millones de dólares, el hueco más grande desde 1981. Consecuentemente, las reservas internacionales siguieron decayendo. A falta de dólares, el Banco Central se vio atado de manos en el control de la tasa de cambio .

Obligado por las circunstancias a un cambio de rumbo, el gobierno recurrió, a fines de 1987, al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial (BM) en busca de préstamos. En octubre de 1987, el gobierno procedió a devaluar el inti en 24 %.

Los resultados : Inflación a niveles astronómicos, escasez de alimentos y otros productos básicos y el derrumbe de la aprobación de Alan García. El plan, denominado Plan Cero, contribuyó a generar una inflación aún mucho mayor, sobre todo en relación con los productos importadas. Así, por ejemplo, el precio de los productos farmaceúticos subió 600 % y el de la gasolina 400 %.

A partir de setiembre de 1988, la inflación se convirtió en hiperinflación. Ese mes, los precios subieron 114 %. Fue el mes con mayor inflación en el gobierno de García y, probablemente, en la historia del Perú.

La tasa anual de inflación fue de 2000 % en 1989. Los últimos meses de 1989 fueron usados en gastar las magras reservas internacionales para reactivar en algo la economía en vista de las prontas elecciones. Así, en marzo de 1990, las reservas internacionales eran de apenas 190 millones de dólares.

Así nos dejó García… ese fue uno de nuestros propios default.

Sobre el autor

Por Javier Contreras

Periodista de la Universidad Jaime Bausate y Meza. Interesado en investigar temas relacionados a la cultura, educación y sociedad. Sueño con un mundo mejor, más justo, honesto y solidario y creo que el periodismo es una herramienta para conseguirlo. Comprometido con los derechos humanos pero no con el falso activismo.

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