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Por: Roberto Bustamante Vento

Uno de los temas frecuentes en la obra de Mario Vargas Llosa es el principio de la libertad. La libertad es tanto un medio como un fin para MVLL. Este enfoque proviene en gran parte de lecturas de autores como Karl Popper y su clásico Sociedad Abierta (del que ha heredado su crítica al determinismo histórico y a las utopías), como de otros tantos anteriores. Lo interesante en MVLL es que esta idea de la libertad aparece casi monolítica y siempre en constante revisión. La libertad, plantea MVLL, no puede ser para unos cuantos, sino es para todos, de allí que no se pueda pensarla solamente en términos económicos, sino también políticos, sociales y culturales.

En el Perú se ha levantado el tema de la libertad, de manera parcial, desde la izquierda y la derecha. Así, la izquierda (perdonen la generalización) ha hecho más énfasis en las libertades sociales (por ejemplo, toda la ola feminista de finales de los setentas e inicios de los ochentas, o todo el movimiento de derechos humanos), mientras que la derecha (nuevamente, perdonen la generalización) ha hecho más énfasis en las libertades económicas. Poco se han preocupado, salvo excepciones, por las libertades políticas. Así, las izquierdas, en general, han sido bastante laxas y más bien han fantaseado con la dictadura castrista o el autoritarismo chavista, en pos de un “bien común”; las derechas, por otro lado, han defendido el fujimorato por la apertura de la economía.

El tema siempre para el liberalismo es la concepción del sujeto ciudadano y de la gestión de la diversidad. El paso de la colonia a la república en América Latina implicó la invención de un único ciudadano en igualdad de derechos y deberes; sin embargo, tal como lo demostró François Xavier-Guerra, los requisitos para poder cumplir con ello siempre fueron altos. Así, a inicios del siglo XIX, pasamos de un modelo de dos “repúblicas” (la de españoles y la de indios) a una sola donde más de la mitad de la población vivía por fuera del estado (idea que sostiene Mark Thurner). La postura liberal se basaba en un modelo de ciudadano urbano, letrado, castellanohablante. Para poder ser ciudadano, entonces, la mayor parte de la población campesina y nativa debía “alcanzar” a sus pares de las urbes.

Aparece allí una contradicción en la postura liberal. Si por un lado se reconoce la apertura de la historia y la no existencia de leyes determinantes de la historia, se habla, a su vez, de “modos de vida” superiores; esto es, que para ser ciudadano uno debiera dejar un “modo de vida” para poder acceder a deberes y derechos. El liberalismo se vuelve autoritario y tutelar: hay que conducir a esas poblaciones a que dejen sus costumbres, sus tradiciones, sus modos de relacionarse entre sí.

De hecho es una visión liberal ya algo avejentada y toda la discusión que ha habido sobre la ciudadanía intercultural más o menos que ha resuelto varios puntos. Sin embargo, así como tenemos una izquierda que hasta el día de hoy no ha hecho una abierta puesta al día de sus ideas, la derecha, en general, sigue compartiendo esta visión autoritaria del liberalismo, valga el oxímoron. Plantear como lo hace MVLL que hay “modos de vida” superiores y otros inferiores puede tener consecuencias políticas muy alejadas de una perspectiva liberal.

Ni qué decir entonces de aquellos que convenientemente abrazan solo algunos elementos del enfoque liberal porque les conviene. Son los llamados mercantilistas, que piensan mucho más en el corto plazo y en la apertura comercial de ciertos productos, que en el fortalecimiento de las instituciones no tutelares. Son los que afirman que “uno puede ser liberal, pero no huevón”. En fin. Pero bueno, de ellos no estamos hablando aquí.

¿Cómo entonces puede tener cabida un enfoque liberal en el Perú? ¿Puede haber conciliación con una izquierda de corte más republicano? Sí, es probable. Pero d esas preguntas nos ocuparemos la próxima semana.

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Por Spacio Libre

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