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Nuestro columnista analiza, bien desde el corazón, la inconsecuencia de algunas alianzas electorales, sobre todo la de Susana Villarán y Daniel Urresti y como los principios, en la campaña presidencial, quedan totalmente por los suelos.

Tomando decisiones electorales. Descripción gráfica / Imagen: Fox
Tomando decisiones electorales. Descripción gráfica / Imagen: Fox

Por: Francisco Pérez García
@franco_alsur

Consecuente:
1. adj. Que sigue a algo anterior o se deduce de ello.
2. adj. Dicho de una persona: Que obra de acuerdo con sus principios.

Este es el concepto de la palabra “consecuente” según la Real Academia de la Lengua Española. Son solo dos de sus acepciones que nos deben interesar en esta campaña electoral que pinta, sino absurda, bastante divertida, al menos eso parece deducirse de lo que estamos viendo a diario.

Ya se ha dicho mucho sobre las alianzas electorales que se han presentado en las últimas semanas, algunas bastante contradictorias y otras que simplemente eran de esperarse. Lo de Alan y Lourdes fue sorprendente, lo de Anel Townsend y Acuña tal vez no tanto, debido al carácter camaleónico de la exministra de la Mujer, lo de “Nano” Guerra con Solidaridad Nacional fue casi un acto desesperado de figurar, pero sí sorprendió e indignó a muchos la aparición de Susana Villarán al lado de Daniel Urresti, acusado en un proceso de homicidio.

Pero, lo más sorprendente de esto, es que más allá de la indignación y molestia de quienes han visto en estas alianzas actos oportunistas o intentos de seguir en la palestra pública y figurar a como dé lugar, llama poderosamente la atención las justificaciones de los cheerleaders de cada uno de los personajes que se han unido a lo que muchos consideran “El Lado Oscuro” de la política (esto para seguir en la onda del último estreno cinematográfico).

Y es que se ve realmente patético como los hinchas de quienes han decidido juntarse con gente que no tiene nada que ver con lo que ellos tenían como principios, esgrimen mil y unas razones para justificar las alianzas actuales, incluso se ha dicho, en el caso de las movidas de algunos izquierdistas, que hasta podría tratarse de una «buena jugada» para llegar al Congreso, salirse y formar una bancada propia… o sea transfuguismo total.

Justo en el Frente Amplio. Susel Paredes, de la izquierda hacia PPK / Foto: La República
Justo en el Frente Amplio. Susel Paredes, de la izquierda hacia PPK / Foto: La República

El caso más reciente es el de Susel Paredes, gerente de Fiscalización de la Municipalidad de Los Olivos y que ocupó dicho cargo en la comuna limeña en la gestión Villarán, quien después de haber publicado varias fotos en su Facebook decidiendo participar en las primarias del Frente Amplio para elegir a los candidatos congresales (esto pese a que criticó en diversos momentos a Verónika Mendoza) decidió este miércoles participar en la lista que formará Pedro Pablo Kuczynski.

Y claro, al igual que hicieron con Villarán, argumentan que es la única salida para “enfrentar” a las fuerzas oscuras representadas por el fujimorismo y el aprismo, que “así es la política y a veces hay que tomar decisiones difíciles y no populares” y el argumento más “sólido” de todos es que “la culpa la tiene el Frente Amplio”, “los viejos de la izquierda no la quieren”, y algunas excusas más donde siempre “otros” son los culpables, pero nadie es capaz de criticar ni de decir que hay una falta de consecuencia increíble.

Comenté en un post de Facebook que la palabra “consecuencia” es sin duda la más ausente en esta campaña electoral, los principios han quedado totalmente hipotecados a decisiones cuestionables, a puras ansias de figuración, al deseo de querer mantenerse en pequeñas cuotas de poder o simplemente estar en espacios que permitan superar la “criminal” valla electoral, y permanecer en un sistema de partidos débiles, donde la corrupción emerge por todos lados, donde la pendejada y las promesas bambas abundan, donde se promete algo hasta ganar la elección y después… se olvida todo.

Quienes critican a aquellos que cuestionamos, en mi caso, a Susana Villarán no entienden, o no quieren ver, que su otrora adalid de la democracia y la defensa de los derechos humanos ha pisoteado todo lo que decía creer y defender, además que termina de quebrar algunas esperanzas de pensar en una forma distinta de hacer política, de forma decente, principista, aunque no sea popular.

En diversas oportunidades, creí en esa opción, por muy platónica que fuera. Incluso, defendí el hecho que Villarán “cambiara de opinión” y decidiera ir a una reelección a la alcaldía a pesar que dijo que no lo haría después de la revocatoria. Pero lo defendí pensando en que, parecía, una decisión consecuente, porque seguía con “su gente”, en su trinchera, desde su lado zurdo… pero ¿qué justificación es válida para apoyar que vaya en una plancha presidencial con alguien que es acusado por atentar, precisamente, contra lo que ella dice defender?

Se fue al diablo la política consecuente. Alguien me dijo en redes “¿pedirle consecuencia a los políticos? No te pases pues”. Y sí, es cierto, uno termina dándose cuenta que eso es terrible, que no se puede confiar en ningún político.

Decisiones de este tipo, terminan por dejar a uno fuera de juego en la intención de defender las opciones políticas en las que pueda creer.

Gracias señora Villarán, por lo que hizo, por lo que fue y por lo que defendió. Lástima que haya terminado tan rápido, una pena que ya no pueda confiar ni defender lo que yo creía. Bronca que finalmente haya gente que tenga tanta razón ahora cuando anteriormente la criticaban.

¿El Frente Amplio ganará? Difícil. ¿Cuál es la opción política que queda? Por ahora, ninguna. Si hay que combatir al “lado oscuro” lo seguiremos haciendo, desde esta trinchera, desde el periodismo, desde el activismo. Como lo hemos hecho siempre. Porque aquí señora Villarán, aquí sí somos consecuentes.

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Por Spacio Libre

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