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Foto: Internet


Por: Francisco Pérez García

¿De qué se sorprenden las voces cucufatas y casi beatas porque Antauro Humala se mete un «troncho» de marihuana en la cárcel? ¿No son acaso esas voces las que abogaban por qué Fujimori viva casi en una habitación del Marriot? En ambos casos se trata de dos caras «famosas» de las deficiencias de nuestro mediocre sistema penitenciario.

Un sistema en el cual un interno debe pagar para poder pasar la noche sobre un pedazo de cartón o disfrutar de los placeres de un sospechoso colchón roto.

Un sistema donde «destructores» e «injertos» planean tranquilamente sus golpes a vista y paciencia de los cuidadores. Un sistema donde la corrupción campea tranquilamente, sin que nadie haga algo por evitarla y permite que celulares, conexiones inalámbricas de internet, armas, cigarros, drogas, licor y hasta servicios sexuales pasen impunemente sin nadie que les haga frente.

El sistema penitenciario está corroído desde la base. El informe de la Defensoría del Pueblo sobre la situación penitenciaria en el año 2011 señala por ejemplo que existe en los penales del país un 70% de sobrepoblación, lo que genera ese «mercado» por un metro cuadrado para poder pasar la noche.

El mismo reporte también demuestra la precariedad de la cantidad del personal policial que apoya a los vigilantes del Instituto Nacional Penitenciario (INPE). Por ejemplo, sólo en la carceleta del penal de Lurigancho, donde se recibe
unos 400 internos diarios sólo existen 8 agentes policiales para su custodia.

La corrupción que permite las gollerías de ciertos reos, no sólo el «hermanísimo» ni el «expresidente», está ahí presente. Un documento de la Comisión Especial para la Reforma Integral de la Administración de Justicia – CERIAJUS, citado por la Defensoría señala:

“Otro aspecto a tomar en cuenta, respecto a la cobertura del servicio que brinda al INPE, es el de la necesaria lucha contra la corrupción que debe intensificarse. En este sentido, se hace necesario definir mejor el control de las acciones de administración y promover la transparencia, sobre todo en áreas sensibles como la alimentación de
los internos, la cual es provista -en la mayoría de los casos- por adjudicación directa.”

Y cómo combatir contra la corrupción cuando el personal que administra los penales, dice no sentirla o reconocerla, según una encuesta realizada en los penales en Lima, por la Defensoría. Mientras que para más del 60% de los internos de la capital si existe ese mal que finalmente los beneficia si tienen el dinero para «comprarlo».

Un informe del Ministerio de Justicia reconoce que:

“Cotidianamente, se recibe información fidedigna respecto al mal proceder de distintos servidores y funcionarios, que si bien es posible identificar, es muy difícil detectar y, ciertamente, sancionar. Las razones son de distinta índole. En algunos casos, existe un mal entendido espíritu de cuerpo entre los trabajadores quienes, conociendo las irregularidades en que algunos malos funcionarios incurren, no lo denuncian. En otros casos, dicho silencio tiene como fundamento el terror (…) En el caso de los internos y familiares (…) no denuncian los hechos de corrupción por temor a represalias de malos funcionarios y amenazas de los mismos internos.”

Quienes se rasgan las vestiduras por «el troncho» de Antauro deberían poner el grito en el cielo, al enterarse que en la legislación penitenciaria no existen normas específicas sobre la lucha contra la corrupción. La administración de Pérez Guadalupe frente al INPE intenta dar algunos pasos. Pero frente a una criatura tan gigante como la corrupción de hecho, que esos pasos son un mero gateo frente a algo que ya tiene vida propia y avanza a pasos agigantados.

¿Falta de voluntad política? Es posible. ¿Falta de recursos? Seguramente. Pero lo cierto es que nada se podrá avanzar si los medios y periodistas nos quedamos en lo mediático: las mujeres y el «paco» del hermano, las visitas y parrilladas del exdictador, cuando hay mucho más que eso. Es cierto ambos personajes son sentenciados por homicidios y deben ser sancionados con todo el peso de la ley y friega más cuando se ve que hay gollerías para esos personajes «intocables»… pero ¿qué hacemos con el resto? ¿con los miles de internos? ¿con los que también tienen gollerías? ¿Acaso ellos no forman parte también del problema? A lo mejor para algunos un «porrito» hará olvidar y pasar por alto estos temas tan cruciales.

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Por Spacio Libre

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3 comentario sobre «PLAN D´ESCAPE. El «troncho» de Antauro y la corrupción en prisiones. Sólo la punta del «iceberg»»
  1. El mandatario Ollanta dice que la decisiones la toma el, pero a la luz de los hechos mas parece que es ls sra Nadin, que dicho sea de paso, habia sido peor que la de Toledo, porque esta es periodista y se las sabe todas, ella NO TIENE NINGUN CARGO Y, POR CONSIGUIENTE, NO PUEDE NI DEBE IR A LOS PUEBLOS CON MINISTROS PINTADOS Y TOMAR LA PALABRA, TODO EL MUNDO FELIZ, PERO NO ES ETICO NI LEGAL, TOMARSE ATRIBUCIONES QUE NO LE CORRESPONDEN, MAS AUN, SI ESTE MANDATARIO NO HA DICHO NADA AL RESPECTO, 2016 !!!!!!!

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