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El fujimorismo es un cáncer terminal, de esos que mutan cada cierto tiempo, que atacan diversos órganos del cuerpo humano, que lo van infectando todo, que poco a poco van carcomiendo la vida del paciente, hasta quitarle el último aliento de vida, hasta que no hay más sangre ni vida por arrebatar.

El fujimorismo de siempre / Foto: Diario Uno

 

Redacción Spacio Libre
@spaciolibre 

Ese fue el fujimorismo de Alberto Fujimori en el 90, que a cambio del poder mintió prometiendo honradez, tecnología y trabajo y luego, sentado en el sillón presidencial quitó los derechos laborales, robó en cantidades industriales dinero de las arcas nacionales (6 mil millones de dólares, según los cálculos más optimistas), que persiguió a los estudiantes, a los periodistas independientes, a los maestros… que cerró el congreso, que por una “interpretación auténtica” de la ley se hizo reelegir hasta en 3 oportunidades.

Y ese es el fujimorismo de Keiko Fujimori en el 2017. Lleno de sangre en el ojo por la derrota presidencial del 2016, llegó al Congreso dispuesto a ser la piedra en el zapato del presidente, dispuesto a obstruirlo, a impedir que haga un buen gobierno, para luego ellos, en su típica postura populachera (esa misma que les lleva a regalar tapers con dinero) saltar como los salvadores, como los mesías.

¿Alguien, con tres dedos de frente, cree que la idea de la vacancia es nueva?

¡No!

Ellos la tenían clara desde el primer día, y fueron carcomiendo todo lo bueno, o medianamente bueno que había en este Ejecutivo. Primero, Saavedra, el gran gestor de la reforma educativa, censurado, le siguieron Martín Vizcarra, Alfredo Thorne, luego cayó el gabinete Zavala… ¡Era obvio que seguía el presidente!

Solo que, obviamente, estaban esperando el momento oportuno para hacer realidad su sueño dorado y PPK, les dio esa posibilidad, pues no declaró que tenía relación con dos empresas que habían hecho negocios con Odebrecht, la corrupta empresa brasilera.

Esa grosera omisión del presidente, le dio pie al fujimorismo de mover una moción de vacancia, la misma que ya fue aprobada y se discutirá en el Pleno el próximo jueves 21 de diciembre.

Lo más risible de esta historia es que la vacancia se daría por incapacidad moral del presidente.

Sí, en el Perú del siglo XXI, el fujimorismo, ese que cometió genocidios como el de La Cantuta o el de Barrios Altos, ese que envió un sobre bomba a Melissa Alfaro, ese fujimorismo, hoy, tiene la autoridad para discernir entre lo que es moral o no.

Oímos al señor Becerril intervenir en el Pleno y nos preguntamos si entiende qué significa moralidad, o si acaso eso está en su diccionario y en el de sus correligionarios.

Lo que a todas luces parece ser, es que la empresa del presidente (hombre de negocios desde hace muchos años) le dio asesorías a Odebrecht y esto obviamente fue remunerado. ¿Acá hay dolo? No.

Le corresponderá al Poder Judicial y al Ministerio Público definir si hubo enriquecimiento ilícito u otro delito por parte del mandatario.

Desde Spacio Libre estamos absolutamente a favor de que se investigue a PPK. Las sombras que hoy aparecen sobre el actual mandatario vienen de mucho atrás, su labor como intermediario para gestionar contratos a favor de empresas privadas con el Estado, es muy conocida y siempre ha sido cuestionada por diversos personajes políticos, por las posibles irregularidades que puedan existir.

Pero también repudiamos la forma como el Congreso fujimorista está haciendo uso del mecanismo constitucional de la vacancia. Bajo el actual panorama lo que se daría en el Congreso, mañana, no sería una vacancia, si no un golpe, igual que el del 92, lo que refuerza la tesis de que el fujimorismo no ha cambiado, es el mismo de siempre.

Y ante cualquier golpe, lo que nos corresponde, como periodistas y como tercos creyentes de la democracia es rechazar al golpista, esta vez, una vez más, al fujimorismo.

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Por Spacio Libre

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